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José Luis Pantoja Vallejo

Obituarios

Recuerdo a la loperana Micaela Pedrosa Gutiérrez, hoy hace 10 años que nos dejó. "10 años ya que nos dejaste mamá… Son tantos los recuerdos que se me agolpan y las palabras no me salen, pero cierro los ojos y me acompañan tu voz, tu mirada, tu sonrisa. Esa mirada perdida de los últimos años de tu vida y esa sonrisa que aun sin conocernos siempre nos brindabas. Gracias, mamá, por darnos la vida, tu recuerdo siempre permanecerá vivo en nuestros corazones (Tu hija Isabel González)

Recuerdo a la loperana Micaela Pedrosa Gutiérrez, hoy hace 10 años que nos dejó.  "10 años ya que nos dejaste mamá… Son tantos los recuerdos que se me agolpan  y las palabras no me salen, pero cierro los ojos y me acompañan tu voz, tu mirada, tu sonrisa. Esa mirada perdida de los últimos años de tu vida y esa sonrisa que aun sin conocernos siempre nos brindabas. Gracias, mamá, por darnos la vida, tu recuerdo siempre  permanecerá vivo en nuestros corazones (Tu hija Isabel González)

Por José Luis Pantoja Vallejo

 

 

Inmaculada Martínez Valenzuela. Fue el motor y eje de su familia

Inmaculada Martínez Valenzuela. Fue el motor y eje de su familia

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

Aunque han pasado casi 10 años desde que te marchaste en un cálido día del mes de julio, tus familiares y amigos te tenemos muy presente cada día puesto que casi te fuiste en el principio de comenzar tu vida. Inma como te conocíamos todos era la cuarta hija del matrimonio loperano compuesto por Juan Martínez Castillo y Mari Valenzuela Manchado. Inma vino al mundo como el mejor regalo para una madre que encontró en ella su gran aliada y cómplice en la vida puesto que fue la primera niña después de tres varones (Juan, Fermín y Mario), ya que después nació María Dolores. Desde su nacimiento en la calle Pi y Margall se le vió el carácter inquieto que la caracterizó a lo largo de su corta vida, pues el destino quiso que un trágico accidente se la llevara en tierra de Badajoz a la edad de 23 años. Pero en este corto periodo de vida se hizo una mujer de provecho al terminar su carrera de Derecho en Córdoba. Sus estudios no fueron obstáculo para que siempre arrimara el hombro en su casa ayudando a sus padres en los distintos negocios que llegaron a regentar, pues siempre fue el eje y motor de su familia e incluso no tenía reparos en asear ella sola a su abuelo Juan Martínez, cuando este vivía con la familia. No porque Inma se marchara le vamos a reconocer todas las cualidades del mundo, pero ella simbolizaba una serie de aptitudes que le hacían una persona que no pasaba desapercibida por la vida. Aunque tenía un talante serio,  tras ella se escondía una sonrisa y una palabra siempre amable con todo el mundo. En su haber aún se conserva el récord de lecturas de libros de la Biblioteca Pública Municipal de Lopera, pues era una apasionada de los libros y una gran colaboradora con el Cronista Oficial aportando material fotográfico de sus antepasados siempre que se la solicitaba. Otra  de sus virtudes era el estar con niñas pequeñas a las que peinaba, maquillaba y le encantaba jugar con ellas, pues los pequeños se la rifaban. Nunca la olvidaremos los que la conocimos y no queremos que se borre su recuerdo incluso dándola a conocer a nuevas generaciones como por ejemplo su vecina la pequeña Ángela que nació el día que ella se marchó y que en cierto modo cruzaron sus caminos. El mayor regalo que Inma hizo al dejar este mundo fue su gran generosidad al donar todos sus órganos vitales para que otras personas pudieran continuar su vida, de aquí que el espíritu de Inma este presente en algunas familias que a diario la recordarán como su ángel salvador. Como siempre este mes de diciembre era muy especial y sigue siéndolo para tu madre puesto que se celebraba en tu casa tu cumpleaños y tu santo y cada navidad tu madre te sigue esperando, puesto que aún sigues muy presente en su corazón y nunca te olvidará. Su memoria estará viva para siempre en todos los que te conocimos.

Juan de Dios Porras Coca. Se fue al otro mundo sin quejarse con la entereza de los titanes.

Juan de Dios Porras Coca. Se fue al otro mundo sin quejarse con la entereza de los titanes.

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

Hay personas que dejan una huella muy profunda de su paso por la vida y entre ellas destacaría a mi buen amigo Juan de Dios Porras Coca, que hace ahora diez días que nos dejó, creando en su familia y para todos aquellos que los conocimos un profundo vacío difícil de cubrir. A Juanín Porras como era conocido por todos los loperanos, lo conocí muy de cerca en su trabajo, pues a diario coincidíamos subiendo los terribles peldaños de la escalera de la Casa de la Cultura de Lopera, edificio que albergó durante unos años la Cámara Agraria de Lopera.Fue un hombre muy activo, fiel cumplidor del sentido del deber, que se dedicó en su vida a trabajar en la Cámara Agraria de Lopera, también tuvo mucho trato con los loperanos a través de la Notaría, su auténtica vocación y devoción, donde trabajaba como oficial por las tardes y que le dejó el loperano Francico Haro y hoy sigue en ella su hijo José Juan. Fue el menor de una familia de 4 hermanos (Francisco, Paula, José y Juan de Dios), sus padres fueron José Porras Corpas e Isabel Coca Moreno.  Su juventud la dedicó a estudiar en las Escuelas Graduadas de Lopera. En 1966 se casó con su novia de toda la vida, la entrañable maestra María Rosa Vara Rubio, conocida por todos los loperanos como la "señorita Rosita",  toda una institución dentro de la enseñanza loperana; fruto de cuya unión nacieron tres hijos, José Juan, Isabel María y Miguel Ángel. Sus ratos libres además de dedicárselos a su familia, también los empleaba en el casino Circulo de La Amistad, donde pasaba buenos ratos leyendo la prensa con sus amigos Benito García Marín, Luis Pérez Villalba, Manuel González Rubiño, Antonio Rodríguez Rodajo, su primo Juan de Dios Coca y sobre todo con sus hermanos Paco y José. Le encantaba el fútbol y era un ferviente seguidor del Sevilla F. C.,  fue un gran colaborador del Cronista Oficial de Lopera en la recuperación de las tradiciones loperanas. Todos los loperanos siempre estarán en deuda con el bueno de Juanín  pues siempre estuvo dispuesto de manera altruista para arreglar las "pagas" y más de una vez pagó el sello de su propio bolsillo, cuando alguien se jubilaba.Fue muy devoto de los Cristos, de Nuestro Padre Jesús de Lopera y de la Virgen de la Cabeza y siempre que podía le hacía una visita a la Virgen en su santuario con su familia. Se fue al otro mundo conociendo a sus seis  nietos (Pablo, Cristina, Amparo, Alejandra, Daniel y Carmen) por los que sentía adoración y a los que les trasmitió el amor por Lopera. Le encantaba pasar los veranos en el pueblo de su mujer Puebla de Almenara (Cuenca). Fue un hombre muy participativo y generoso con su prójimo, dispuesto siempre a ayudar dentro de sus posibilidades a todo aquel que lo necesitaba. Se fue al otro mundo sin quejarse con la entereza de los titanes, su memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes.

Francisco Cobo Alcalá. Un hombre de gran corazón y sentimientos

Francisco Cobo Alcalá. Un hombre de gran corazón y sentimientos

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

El paso de los años no ha impedido que siga muy presente en sus familiares, amigos y vecinos de Lopera el recuerdo vivo de Francisco Cobo Alcalá, a pesar de que su fallecimiento tuvo lugar ya hace algunos años. Francisco fue el mayor de una familia de tres hijos (Francisco, Amparo y Carmen). Sus padres fueron Juan Cobo Santiago y Ana Alcalá Teruel. Cuando volvió del servicio militar conoció al amor de su vida y tras siete años de noviazgo se casó en el año 1957 con Francisca García Girón, la mujer de su vida. Fruto de esta unión nacieron 2 hijos, Juan y Ana María. La infancia de Francisco trascurre en el domicilio familiar de la popular calle del Pilar. Su juventud la pasó trabajando en los olivares de su familia y tras contraer matrimonio montó una tienda de comestibles en la calle Jesús. Años después se presentó a una plaza de policía local en el ayuntamiento de Lopera la cual ganó y este cargo lo desempeñó hasta su jubilación en el año 1990.  Sus ratos libres además de dedicárselos a su familia, les gustaba pasarlos en sus estacas de olivos en el pago del arroyo el estanco o los que tenía en Vilchez. Todos los días le gustaba visitar a sus dos hermanas Amparo y Carmen a las cuales quería con gran locura. Le encantaba la televisión y a diario nunca faltaba a su cita con la serie de Curro Jiménez o el Equipo A. Le encantaba hacerle los mandados a su mujer con su inconfundible Nissan Patrol blanco. Fue un gran aficionado a los toros y siempre que su trabajo se lo permitía no se perdía ninguna tarde taurina. Su imagen echado sobre la vara de varear con su cigarro en la boca en los descansos de la recogida de la aceituna siempre será recordada por los que tuvimos el honor de trabajar con él en las campañas de la aceituna en los pagos de la Canaleja junto a su cuñado Rafael Peinado “el cañetero”. Su vida estuvo marcada por ser un hombre que se desvivía por su familia y también tenía gran devoción por sus cuatro nietos (Paco, Rocío, Carmen y Juan José) con los que les gustaba pasar buenos ratos y lo querían mucho pues era un abuelo muy simpático y a diario los llevaba a la guardería y al colegio. Fue un hombre muy formal y legal, y todos los que lo llegaron a conocer sabían que tenía un gran corazón y era muy generoso. Era amigo de sus amigos, de los cuales presumía tener muchos y muy buenos, con los que le encantaba departir todas las tardes en los asientos de la Verja. Su  memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes.

 

Juan Cerezo Acevedo. Una mala acción siempre la devolvía con una buena

Juan Cerezo Acevedo. Una mala acción siempre la devolvía con una buena

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

El pasado día 13 de febrero fallecía a los 76 el loperano Juan Cerezo Acevedo  y no pasa ni un sólo día sin que sea recordado por sus familiares y amigos, pues ante todo era una excelente persona, trabajadora y emprendedora que se desvivía por el bienestar de su familia. Juan  fue el más pequeño de  5 hermanos (Isabel, Felipe, Francisco, Catalina y Juan) y sus padres fueron Juan Cerezo Valenzuela e Isabel Acevedo Chiquero. Los tres años de Guerra Civil Española los pasó con su familia entre Torredonjimeno y Jaén. Sus estudios los realizó en el Colegio Francisco Giner de los Ríos. Muy  joven comenzó a trabajar en la Cooperativa La Loperana descargando costales de trigo durante el verano. El servicio militar lo hizo en Facina pueblo vecino a Tarifa, donde estuvo de mozo del Coronel y éste le ofreció quedarse a trabajar con él para toda la vida, pues lo quería como a un hijo. Después se marchó a Barcelona con su hermana Catalina donde trabajó en la seda e iba andando hasta el Prat para no gastar dinero y no paso mucho tiempo en tierras catalanas ya que no se adaptaba y regresó a Lopera en busca de sus animales y de su novia y sin avisar a su familia compró una manada de cabras y no tenía donde darles cobijo, entonces a su padre no le gustó  que las metiera dentro de su hogar y su hermano Francisco salió en su defensa para que siguiera trabajando en lo que el le gustaba que eran sus animales. En el año 1962 se casó con la mujer de su vida María Josefa Rueda Molina y fruto de su matrimonio nacieron tres hijos Isabel, Juan y Antonia. El resto de su vida se dedicó por completo a su familia y al cuidado de sus cabras y vacas. Más delante compró varias fanegas de tierras que dedicó a sembrarlas de algodón, siempre ayudado de  su esposa  y sus hijos. Disfrutó mucho el día que su hijo Juan inauguró su tienda de muebles y fue un gran asesor de todo lo que adquiría su hijo Juan, con el que tenía una unión especial.  Dentro de sus aficiones le gustaba mucho el cuidado de los palomos zuritos y con el dinero que sacaba de venderlos para el tiro pichón le llegó a comprar a su mujer una máquina de coser y un frigorífico. También le gustaban los colorines y canarios y llegó a tener en su casa un voladero de pájaros tropicales. Dos días antes de morir su hija Isabel le llevó un canario al hospital y le dijeron ¿para que quieres este canario tan feo? Y dijo más feo era Valderrama y mira que bien cantaba.   Fue un gran devoto de Santa Ángela de la Cruz y de San Isidro del cual llegó a ser Hermano Mayor. Le apasionaba charlar con sus amigos entre ellos estaban Gonzalo Melero, Diego Alcalá, José Alcalá “Pepín”, Joselillo “el conchuo” Fue un gran colaborador del Cronista Oficial, en la recuperación de la historia y las tradiciones de Lopera, ya que tenía una prodigiosa memoria. No tenía nada suyo, todo lo compartía y les enseñó a sus hijos el tratar a todas las personas con el mismo respecto. Conoció  en vida a sus tres nietos (Juan, Joaquín y Beatriz)  con los que le gustaba jugar y pasar buenos ratos, aunque su ojito derecho era su nieto Juan. Fue una persona que no era rencorosa, pues una mala acción siempre la devolvía con una buena. Fue un hombre muy querido y respetado en el pueblo, amigo de sus amigos, de los cuales presumía de tener muchos. Su  memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes.

Juana Pilar Losa Torralba. Una Loperana de corazón

Juana Pilar Losa Torralba. Una Loperana de corazón

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

El pasado día 30 de marzo nos dejaba a los 89 años Juana Pilar Losa Torralba que aunque nació en Villa del Río, se sentía loperana por los cuatro costados  y no pasa ni un sólo día sin que sea recordada por sus familiares y amigos, pues ante todo era una mujer muy entrañable que se desvivía por el bienestar de su familia. Juana  fue la segunda de dos  hermanas (Clara y Juana Pilar) y siendo sus padres Antonio Losa y Ana Torralba. Debido a la profesión de su padre Secretario Judicial, su infancia y juventud transcurre en varios pueblos cordobeses: Cardeña, Adamuz, Villanueva de Cordoba, hasta recalar en su querida Lopera.  Los tres años de Guerra Civil Española los pasó en Lopera con su familia en casa de sus tías las Miguelicas en la calle Real, las cuales tenían en el sótano de su casa un lagar y allí se refugiaban cada vez que cañoneaban Lopera y a diario acudía el Coronel del bando nacional Sánchez Gómez para ver como se encontraban. El 24 de junio de 1944 contrajo matrimonio con un joven loperano Ricardo Rodríguez Latorre  y fruto de su matrimonio nacieron cuatro hijos, Cecilio (Sesi), Antonio (Nono), Maria Esperanza (Chancha) y Ricardo (Lalo). El día 4 marzo del año 2001 falleció su marido Ricardo y Juana Pilar se trasladó a vivir con su hija a Hoyo de Manzanares (Madrid) residencia de esta última, pero no faltó un solo verano que no hiciese el correspondiente viaje para estar en su querida Lopera, siempre coincidiendo con los Cristos. Dentro de sus aficiones le gustaba la lectura, el fútbol era seguidora del Real Madrid y ante todo fue muy devota de Santa Ángela de la Cruz y de su Cristo del Humilladero, pues todos los años disfrutaba de ver a sus hijos y nietos con las bandas del Cristo y sus escopetas. Su imagen sentada en su mecedora en la puerta de su casa en la calle Vicente Rey era todo un símbolo para el vecindario que tenía una parada obligada para saludar a la buena de Juana Pilar, a la cual le encantaba parar a los niños para decirles cosas y también charlar con sus amigas entre ellas estaban sus vecinas Segunda de la Torre, Margarita y Ana Vallejo, Enriqueta Bellido, Teresa Alcalá, etc  Fue una gran colaboradora del Cronista Oficial, en la elaboración del libro La XIV Brigada Internacional en Andalucía. La Tragedia de Villa del Río y la Batalla de Lopera, ya que tenía una prodigiosa memoria. No tenía nada suyo, todo lo compartía y les enseñó a sus hijos el tratar a todas las personas con el mismo respecto. Conoció  en vida a sus diez nietos (Enrique, Ricardo, Antonio, Marta, Ricardo, José, Juan, Pepa, Ana y Cecilio) y tres biznietos (Alejandro, Francisco José  y Anna María) con los que le gustaba jugar y pasar buenos ratos. Fue una mujer muy querida y respetada en el pueblo, que siempre tenía una palabra cariñosa para todos con su gracioso seseo cordobés y su profunda mirada. Su  memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes. Se nos ha marchado dejando un recuerdo imborrable ¡Descanse en Paz!

Juan Manuel Cruz Carmona. Enseñó a sus hijos el valor de la palabra compartir.

Juan Manuel Cruz Carmona. Enseñó a sus hijos el valor de la palabra compartir.

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

El pasado día 9 de marzo fallecía a los 83 años el loperano Juan Manuel Cruz Carmona y no pasa ni un día sin que sea recordado por sus familiares y amigos, pues, ante todo, era una excelente persona, trabajadora y emprendedora que se desvivía por el bienestar de su familia. Juan Manuel fue el mayor de cuatro hermanos (Juan Manuel, Alfonso, Dolores y Francisco) y sus padres fueron Francisco Cruz Gómez y Basilisa Carmona Acevedo. Los tres años de Guerra Civil Española los pasó con su familia primero en Arjona y después en Ibros. Sus estudios los realizó en el colegio Francisco Giner de los Ríos. Con apenas trece años comenzó a trabajar de aguador en la empresa Regiones Devastadas encargada de levantar de nueva planta las casas de los maestros de Lopera.
El servicio militar lo hizo en Tarifa y después estuvo de asistente con un cura en Tocina. De vuelta a Lopera comenzó a trabajar de peón y, después, de oficial de albañilería con el “Rubio de Haro”.
Posteriormente, trabajó como maestro de fábrica en el molino de Miguel Moreno Morales. La mayor parte de su vida la dedicó a su almacén de materiales de construcción, tarea que compaginó con la de administrador de la familia Morales. Los inicios de “Materiales de Construcción Juan Manuel Cruz Carmona” había que situarlos a finales de la década de los años 50, cuando un grupo de amigos amantes del fútbol deciden traer un camión con ladrillos procedentes de la fábrica de García Morón (Arjonilla), para venderlos en las obras que había en Lopera en plena postguerra. Con los beneficios obtenidos de la venta de los mismos podían ir todos los domingos a ver al Real Jaén que militaba en la división de honor del fútbol español. Más adelante, y viendo que el negocio iba bien, uno de estos amigos, Juan Manuel Cruz Carmona, decidió asociarse con un vecino de Lopera, José Rosales Rubio, para crear un almacén de materiales en la calle Duque de la Torre, bajo el nombre de Materiales de Construcción Cruz-Rosales. Lo primero que hicieron fue comprar un burro por 800 pesetas y un carro que se hizo en la herrería de los Hermanos Pantoja, para que José Rosales repartiera los materiales por las obras del pueblo. Su socio y maestro de obras era Juan Manuel Cruz. A los dos años, se disolvió la sociedad y siguió con el negocio, Juan Manuel. Más adelante, adquirió una mula al arriero local Paco “el Habanero” y contrató a Antonio Alcalá Ortega, para que repartiera los materiales. El negocio, con el paso del tiempo, fue prosperando y Juan Manuel decidió trasladar la empresa junto a su domicilio familiar, sito en la calle Llanete de Orgaz, y amplió la plantilla de trabajadores con Bartolomé Pastor Peláez, como repartidor. Entonces adquirió el primer camión, un Barreiros Saeta, al que siguieron otros modelos más modernos, siempre conducidos por el entrañable Juan Alcalá Melero “El Rubio Cartagena”. En 1963, se casó con la mujer de su vida, Paula Melero Torres, y fruto de su matrimonio nacieron dos hijos, Basi y Paco.
En el año 1992, llegó la jubilación de nuestro querido Juan Manuel y con ella el relevo generacional. Tomaron el testigo sus hijos Basi y Paco Cruz Melero, los cuales apostaron por la renovación y la expansión de la empresa, ubicando la misma en pleno polígono industrial Santa Quiteria, con unas instalaciones modernas y acordes con los nuevos tiempos. El jubilarse no impidió que a diario acudiera Juan Manuel al almacén para estar con sus hijos. Dentro de sus aficiones, le gustaba mucho el fútbol, era socio de la Peña Barcelonista “Castillo de Lopera” y también fue directivo de la AD Lopera y le encantaban los toros. Fue socio fundador del Casino Círculo de la Amistad. Le apasionaba charlar con sus amigos. Entre ellos estaban Nicolás García, Vicente Herrero, José Navarro, Manuel Gómez, José Lara, Francisco Moreno y muchos más. Fue devoto y hermano de la Cofradía del Cristo de la Expiración. Fue un gran colaborador del Cronista Oficial, en la recuperación de la historia y las tradiciones de Lopera, ya que tenía una prodigiosa memoria. No tenía nada suyo, todo lo compartía y les enseñó a sus hijos tratar a todas las personas con el mismo respeto. Conoció en vida a sus cuatro nietos (Juan Manuel, Antonio, María y Juan), con los que le gustaba jugar y pasar buenos ratos. Fue un hombre muy querido y respetado en el pueblo, amigo de sus amigos, de los cuales presumía de tener muchos. Su memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes.

Juan Cobo Porras .Su vida estuvo marcada por ser un hombre que se desvivía por su familia

Juan Cobo Porras .Su vida estuvo marcada por ser un hombre que se desvivía por su familia

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

El recuerdo vivo de Juan Cobo Porras sigue muy presente en sus familiares, amigos y vecinos de Lopera a pesar de que su fallecimiento tuvo lugar hace un año. Fue el tercero de una familia de cinco hijos (Bonifacio, Francisco, Juan, Ana María y Ana María), sus padres fueron Juan Cobo Morales y Juana Porras Corpas. La infancia de Juan Cobo trascurre en la popular calle San Roque, donde sus padres tenían la casa familiar. La Guerra Civil la pasó con su familia en Jaén en una casa de la calle Martínez Molina. De vuelta a Lopera comenzó a trabajar con 10 años en la panadería que montó su abuelo Bonifacio Cobo en la calle Pi y Margall, donde aprendió el oficio y en ella estuvo trabajando hasta que se unió con otros panaderos loperanos y fundaron la Cooperativa Panificadora “Virgen del Triunfo” donde se jubiló. En 1964 se casó  en primeras instancias con Rosa Hoyo Morales, matrimonio de cuya unión nacieron cinco hijos (Juana María, Juan Francisco, José, Rosa María y Rosa María). Tras el fallecimiento de su esposa contrajo matrimonio por segunda vez en 1985 con Manuela Gutiérrez Gracia. Dentro de sus aficiones le encantaba viajar por todo el territorio nacional y le gustaba sobre todo dar su paseo diario por el campo en la época que se recogen los espárragos y una de las zonas que prefería era la antigua carretera Madrid-Cádiz. También le gustaba jugar al ajedrez y fue un gran seguidor del Torneo de Linares. En la época de la recolección de la aceituna, tras el reparto del pan y dormir algo, siempre que podía iba a ver como iba el desarrollo de la recolección de la aceituna en sus olivos en los pagos del “Horcajuelo” y “Los Palmares”. También le gustaba pasar buenos ratos con sus amigos Diego Parras, Benito García Marín, Juanín Porras y Juan Manchado.  Su vida estuvo marcada por ser un hombre que se desvivía por su familia y también tenía gran devoción por los cinco nietos que llegó a conocer (Juan María, Antonio, Pedro, Juan Francisco y José María) con los que les gustaba pasar buenos ratos, ya que lo querían mucho pues era un abuelo muy bueno. Además se preocupó de darles a sus hijos un futuro mejor, en unos tiempos difíciles, sin disponer de otros medios, nada más  que su trabajo. Fue un hombre muy trabajador, formal, servicial y mantenía un trato exquisito con sus “parroquianas” como el cariñosamente las llamaba, de hecho recordaba con gran cariño el homenaje que le rindieron las mujeres de la calle San Cristóbal cuando se jubiló. Su  memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes.

Bernardo Martínez Alcalá. Fue un hombre muy querido y respetado en Lopera.

Bernardo Martínez Alcalá. Fue un hombre muy querido y respetado en Lopera.

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

El próximo día 23  de marzo se cumplirá el tercer  aniversario de la muerte del loperano Bernardo Martínez Alcalá  y no pasa ni un sólo día sin que sea recordado por sus familiares y amigos, pues ante todo era una buena persona, trabajadora y emprendedora que se desvivía por el bienestar de su familia. Bernardo fue el más pequeño de dos hermanos (Manuel y Bernardo) y sus padres fueron Manuel Martínez Rojas y Ana Alcalá López. Los tres años de Guerra Civil Española los pasó con su familia en la Imora de Jaén. En 1956 se casó con la mujer de su vida Josefa Hidalgo Clemente y fruto de su matrimonio nacieron seis hijos, Ana, Manuel, Paqui, Luis, Mati y Mari José. Tras realizar los estudios primarios en el Colegio Francisco Giner de los Ríos, la familia Martínez Alcalá se trasladó a vivir al cortijo de Vilches donde Bernardo comenzó a trabajar en las tareas del campo. Posteriormente también trabajó como mulero en el cortijo de los Morrones, propiedad de Antonio Navarro. Tras casarse comenzó a trabajar llevando los olivos de Miguel Casado Antelo “El Barberito” y en 1967 inicia su actividad como hostelero en el bar del Cine Colón de verano de los hermanos Elisa y Julián Alcalá. Dos años más tarde abrió el famoso bar del Hogar Juvenil, por donde pasó prácticamente todo el pueblo, al tener acceso al campo de fútbol y donde se hicieron famosos los flamenquines y los caracoles, que a diario iba a comprar hasta el Mercado de Abastos de Andujar en su moto para que fueran frescos y que su esposa Josefa los preparaba como nadie. Durante algunos años también regentó el bar del Hogar del Pensionista donde se jubiló. Una vez jubilado no se quedó quieto y estuvo llevando sus olivos en los Pagos de Monteviejo, la Canaleja, Caminillo Alto, Cucarrete y la Viña Morente. Dentro sus aficiones le gustaba mucho los toros, la caza de perdiz con reclamo, los animales que tenía en su corral (gallinas, conejos, pájaros de todas clases etc.) y sobre todo acudir a diario a su huerto que tenía en la calle Sor Ángela de la Cruz donde cultivaba patatas, lechugas, coliflor que luego las repartía entre su familia y amigos.  Le apasionaba ir todos los domingos a misa y después charlar con sus amigos mientras tomaban el vino, entre ellos estaban el cura D. Martín Santiago Fernández, el médico D. Manuel González, Rafalito Muñoz, Eufrasio Barberán, Pascual Coca y muchos más. Fue devoto y hermano de la Hermandad de San Isidro Labrador y fiel devoto de la Morenita, que siempre que podía le hacía una visita al Santuario de Sierra Morena. Fue un gran colaborador del Cronista Oficial, en la recuperación de la historia y las tradiciones de Lopera. No tenía nada suyo, todo lo compartía y les enseñó a sus hijos el tratar a todas las personas con el mismo respecto. Conoció  en vida a nueve nietos (Bernard, Mari Beni, Nicolás, Ana Belén, María José, Pedo José, Maria Ángeles, Luis y Mario)  y dos biznietos (Kiara y Ariadna)  con los que le gustaba jugar y pasar buenos ratos. Fue un hombre muy querido y respetado en el pueblo, amigo de sus amigos. Sus restos reposan como el quería en su querida Lopera. Su persona siempre estará presente como un grato recuerdo en los corazones de los suyos.

Mateo García Ruiz. Fue un joven muy abierto y cariñoso

Mateo García Ruiz. Fue un joven muy abierto y cariñoso

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

El recuerdo vivo de Mateo García Ruiz sigue muy presente en sus familiares, amigos y vecinos de Lopera a pesar de que su fallecimiento tuvo lugar ya hace algunos años. Fue tercero de una familia de 4 hijos (Nicolás, Lucía, Mateo y María del Carmen), sus padres fueron Nicolás García Hurtado y Benita Ruiz Ruiz. La infancia de Mateo trascurre en su domicilio familiar de la calle San Cristóbal y en la aulas del Colegio Miguel de Cervantes. Cuando hizo la Primera Comunión, recuerdan sus hermanas Lucía y María del Carmen, que en medio del convite se escapó y con el dinero que le dieron sus familiares y vecinos se presentó en su casa con una bicicleta que compró en casa de Alonso Moreno y sus padres le hicieron devolverla y a los pocos días su hermano Nicolás se la regaló. Pronto destacó por  su gran habilidad y destreza para realizar todo tipo de artesanía de la madera, cosa que sin duda heredo de su padre y su abuelo excelentes artesanos de la madera. Así que acudía a diario al taller de carpintería de su padre para ayudarle. Durante algunos años también fue monaguillo con D. Joaquín Parras y era muy travieso ya que se bebía el vino del cura. Fue miembro de la Banda Municipal de tambores y cornetas del maestro Juan Alcalá donde tocaba el bombo, aunque su gran afición y debilidad fueron las motos y sobre todo el motocross.  Antes de partir para hacer el servicio militar trabajo algunos años junto a sus hermanas Lucia y María del Carmen con las que estaba muy unidas en la recolección de la aceituna con D. Vicente Orti en los pagos de “Los Morrones” y “Pan y aceite”. Estando haciendo el servicio militar en Cartagena (Murcia) y cuando comenzaba a vivir una larga enfermedad le arrebató la vida a los 20 años. Dejó un gran racimo de amigos (José de la Torre, José Alcalá, Manuel Chiquero, Francisco Crespo etc.)  que todavía guardan un grato recuerdo de sus vivencias. Mateo era ante todo un bonachón, que nada era suyo y todo lo compartía con los demás y era muy servicial con todo el mundo. Fue muy abierto, cariñoso y a la vez guasón y un gran seguidor del F. C. Barcelona y le gustaba practicar el deporte del fútbol con sus amigos del barrio en el estadio Santo Cristo de Lopera. Siempre iba acompañado de su inseparable perro Yaki, el cual desapareció el mismo día que falleció su amo.  Su memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus familiares y amigos.

Homenaje de la familia Madero de Lopera a Luisa Lacal Muñoz

Homenaje de la familia Madero de Lopera a Luisa Lacal Muñoz

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

El pasado día 4 de noviembre se cumplió el primer aniversario de la muerte de Luisa Lacal Muñoz en Málaga y ahora sus hijos (Antonio, Elisa, Pablo y Sabina) nietos (Teresa, Elena, Francisco, Saray, Ezequiel, Aida, Pablo y Marta) y biznietos ( Luis Javier y Elena) , quieren rendirle un pequeño homenaje a una mujer que lo dió todo en vida por su familia, por lo que le están muy agradecidos y lamentan profundamante el no haber podido estar con ella en sus últimos días, ya que fue todo muy rápido. Luisa estuvo casada durante más de 30 años con el loperano Francisco Madero Cabezas y fue una mujer que se desvivía por sus nietos y biznietos con los que les encantaba pasar muy buenos ratos. Era una mujer que le encantaba viajar junto a su marido y pasear por la playa de la Malagueta. Su vida la dedicó a trabajar en la cocina en varios puntos de España y en paises de Sudamérica. En definitiva fue una mujer muy activa y participativa que todo lo daba, pues nada era suyo. Su memoria permanecera viva en la memoria más íntima de sus descendientes. Allá donde estes te mandamos un profundo abrazo y siempre te llevaremos en nuestro corazón. ¡Descanse en Paz!

Manuel Criado Toribio. Fue un hombre muy sensible y cariñoso

Manuel Criado Toribio. Fue un hombre muy sensible y cariñoso

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

El pasado día 27 de agosto se producía el fallecimiento del loperano Manuel Criado Toribio y no pasa ni un sólo día sin que sea recordado por sus familiares y amigos, pues ante todo era una buena persona, trabajadora y emprendedora que se desvivía por el bienestar de su familia. Manuel fue mayor de cuatro hermanos (Manuel, Nieves, Julia y Ana) y sus padres fueron José María Criado  Navarro y Vicenta Toribio Chueco. Los tres años de Guerra Civil Española los pasó con su familia en Jaén. Tras la Guerra Civil empezó a trabajar en la fábrica de harinas de Eufrasio Millán y posteriormente como oficial de albañil, trabajo que compaginaba con la recolección de la aceituna.  En 1947 se casó con la mujer de su vida Francisca Bruna Cámara  y fruto de su matrimonio nacieron dos hijos, José María y Vicenta. Manuel fue un hombre muy polifacético y le encantaba trabajar  en su casa sita en la calle Duque de la Torre, haciendo pacientemente culos de aneas para las sillas, espuertas de esparto para la aceituna, alforjas para las motos etc.  Uno de sus grandes sueños que llegó a cumplir fue el plantarle a su hijo José María 95 estacas de olivo junto a una tierra que tenía cerca de la carretera de Bujalance, llamada Los Carrascales. También le encantaba todo lo relacionado con la Guerra Civil, fue un gran colaborador en el libro “La XIV Brigada Internacional en Andalucía. La tragedia de Villa del Río y la Batalla de Lopera”. Y más concretamente en la descripción de la casería de Coronado donde varias familias de Lopera se refugiaron en las navidades del 1936, mientras se libraba en el pueblo la Batalla de Lopera entre tropas Nacionales y soldados de la XIV Brigada Internacional. Una de sus aficiones era acudir a diario al Hogar del Pensionista donde echaba sus partidas de cartas y dominó con sus amigos Juan Clemente, Francisco Muñoz, Juan Martos, Leonardo Romero, etc. Siempre se le recordará como una persona muy sensible, cariñosa, mirando siempre por su familia, nada era suyo, todo lo compartía. Conoció  en vida a sus cinco nietos (Manuel, Francisco José, Manuel, Cristina y José María) y a su biznieta Ángela con los que le gustaba jugar y pasar buenos ratos. Fue un hombre muy querido y respetado en el pueblo, amigo de sus amigos. Fue un hombre muy participativo dispuesto siempre a ayudar dentro de sus posibilidades a todo aquel que lo necesitaba y sobre todo muy trabajador y generoso. Su persona permanecerá siempre muy viva en el recuerdo más intimo de todos sus descendientes.

José Huertas de la Torre. Persona muy detallista, bromista y simpática con todo el mundo.

José Huertas de la Torre. Persona muy detallista, bromista y simpática con todo el mundo.

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

El pasado día 26 de julio se cumplió el primer aniversario de la muerte del loperano José Huertas de la Torre y no pasa ni un sólo día sin que sea recordado por sus familiares y amigos, pues ante todo era una buena persona, trabajadora y emprendedora que se desvivía por el bienestar de su familia. José fue el mayor de cuatro hermanos (José, Manuel, Nicolás y Carmen) y sus padres fueron José Huertas Herrero y Concepción de la Torre Gutiérrez. Los tres años de Guerra Civil Española los pasó con su familia en Úbeda. Tras la Guerra Civil empezó a trabajar como mecánico y herrero en la fábrica de aceite “La Loperana”, donde pasó gran parte de su vida. Durante un corto tiempo estuvo trabajando con máquinas cosechadoras trigo en varios cortijos de Montoro (Córdoba).  En 1955 se casó con la mujer de su vida Ana Moreno Moreno y fruto de su matrimonio nacieron dos hijos, José y Concepción. José fue un hombre muy polifacético y le encantaba trabajar en su pequeño taller donde realizaba con gran paciencia manualidades con plástico y madera. Su nieto Salvador, nunca olvidará aquel molino de viento que su abuelo le hizo y que fue uno de sus juguetes favoritos y que aún conserva. También le encantaba todo lo relacionado con la Guerra Civil, fue un gran colaborador en el libro “La XIV Brigada Internacional en Andalucía. La tragedia de Villa del Río y la Batalla de Lopera”. Una de sus aficiones era coleccionar bombas ya desactivadas de la Guerra Civil, de las cuales aún se conserva una de ellas colgada en el patio de su casa. Fue un amante del dibujo y lo practicaba a diario tomado como modelo las imágenes de revistas y le gustaba mucho dibujar el castillo de Lopera. Siempre se le recordará como una persona muy detallista, bromista y simpática ya que siempre estaba de cachondeo con todo el mundo.  No tenía nada suyo, todo lo compartía. Conoció  en vida a sus cinco nietos (José Juan, Alba, Salvador, José Manuel y Ana) con los que le gustaba jugar y pasar buenos ratos. Fue un hombre muy querido y respetado en el pueblo, amigo de sus amigos. Fue un hombre muy participativo dispuesto siempre a ayudar dentro de sus posibilidades a todo aquel que lo necesitaba y sobre todo muy trabajador y generoso Su persona permanecerá siempre muy viva en el recuerdo más intimo de todos sus descendientes.

María de la Cabeza Lara Bellido. Una mujer luchadora hasta el último momento de su vida.

María de la Cabeza Lara Bellido. Una mujer luchadora hasta el último momento de su vida.

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

El pasado día 17 de julio  fallecía en Lopera a los 92  años de edad María de la Cabeza Lara Bellido y no pasa ningún día sin que sea recordada por su familia, vecinos y amigos. María de la Cabeza fue una mujer de gran vitalidad que dedicó su vida al cuidado de su marido y sus hijos. Fue la tercera  de una familia de seis hijos  (Benita, Antonia, Maria de la Cabeza, Juana, Antonio y Juan), sus padres fueron Francisco Lara Cantero  y Adoración Bellido Morales . María de la Cabeza pasó la Guerra Civil en Lopera en casa de “Las Miguelicas” que tenían un refugio antiaéreo debajo de su casa y allí se metían cuando bombardeaban. En 1943 se casó con el novio de toda la vida, Miguel Monje Valenzuela y fruto de cuya unión nacieron sus hijos Pedro, Concepción y Francisco. Siempre que pudo ayudó al sustento de la economía familiar trabajando en la campaña de la recolección de la aceituna  en los pagos de “El Monte”, “La Higuera”, cogiendo algodón  y maíz en “La Albariza” con Sebastián Melero y en los veranos se trasladaba con toda su familia a una choza  donde cuidaba de los melones que echaban en el pago de “Coamalo”, mientras su marido Miguel salía a vender los melones en camiones en otros pueblos de la provincia junto a Felipe Lara. La encantaba hacer ganchillo para sus hijos y nietos. Cuidaba con mimo las flores que tenía en su patio. María de la Cabeza fue una gran devota de la Morenita y San Antonio. Le encantaba pasar las noches de los calurosos  veranos charlando en la puerta de la casa familiar de la calle Pilar con sus vecinas Mercedes “la Gilinda”, Pepa la de “Churrasca”, etc.. Se fue al otro mundo conociendo a sus seis nietos (Maria del Carmen, Susana, Mónica, Conchi, Miguel y Pedro) y dos biznietos (Nayara y Asier), por los que sentía gran pasión y con los que le encantaba pasar buenos ratos. Fue una mujer participativa dispuesta siempre a ayudar dentro de sus posibilidades a todo aquel que lo necesitaba y sobre todo muy trabajadora y generosa. Era una mujer muy apreciada y querida por todos sus vecinos. Los últimos años de su vida los pasó en casa de su hija Conchi luchando  y llevando con gran entereza esa lacra del siglo XXI que es el alzehimer, hoy a pesar de haber pasado ya un tiempo, para sus nietas y su hija Conchi su madre sigue  en su cuarto y de vez en cuando vuelven a darle una vuelta, ha sido todo un amor y entrega de una hija para con su madre. Su memoria permanecerá siempre muy viva en el recuerdo más intimo de todos sus descendientes.

 

Rafael García Coca. Hombre de gran corazón y muy generoso

Rafael García Coca. Hombre de gran corazón y muy generoso

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

El pasado día 5 de julio fallecía en Lopera a los 79 años de edad Rafael García Coca y no pasa ningún día sin que sea recordado por su familia, vecinos y amigos, pues ante todo era una gran persona. Rafalete como era conocido por todos fue el tercero de una familia de seis hijos (Catalina, Ana, Rafael, Juana, Rosa y Paquita), sus padres fueron Martín García Madueño y Rosa Coca Moreno. Rafael se crió en el seno de una familia de carpinteros en la popular calle San Sebastián. Pronto aprendió el oficio de carpintero con su padre Martín  y comenzó a trabajar de carpintero en primera instancia en Linares y en los años 60 decidió marcharse a Barcelona donde trabajo varios años en una carpintería. En 1973 regresa a Lopera y se dedica a realizar trabajos de restauración en madera y a todo tipo de actividades relacionadas con la madera que le encargaban sus paisanos siempre con la ayuda de su inseparable Francisco Jurado. Su impronta,  por ejemplo ha quedado para la historia en los bancos de la iglesia parroquial de la Inmaculada Concepción, que con gran destreza realizó con su amigo Nicolás García Hurtado. Le encantaba pasar buenos ratos de charla junto al puesto de chucherías de Francisco Madero “El cantica”, junto a sus amigos Antonio Rosales y Raimundo Sanz. Fue un apasionado del fútbol y bético convencido siendo socio de la peña del Real Betis Balompié “Manuel Ruiz de Lopera”. Sus ratos libres los dedicaba a la lectura, siendo un lector empedernido de Diario JAEN. Nunca olvidaremos su imagen sentado a la sombra debajo del mural dedicado a Miguel Hernández  leyendo la prensa diaria y mirando por encima de sus gafas. También fue un enamorado de la historia de su pueblo y un asiduo colaborador con el Cronista Oficial de Lopera, siempre que pudo asistía a la Jornadas de Historia de Lopera todas las navidades. Gran devoto y hermano de las Cofradías de la Virgen de los Dolores, Virgen de la Cabeza y del patrón de Lopera San Roque. Era un hombre de carácter firme, pero todos los que los llegaron a conocer sabían que tenía un gran corazón y era muy generoso. Era amigo de sus amigos, de los cuales presumía de tener muchos y muy buenos. Murió rodeado de los suyos. Su memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes.

Antonio García Monge. Fue un gran maestro en la poda del viñedo

Antonio García Monge. Fue un gran maestro en la poda del viñedo

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

El recuerdo vivo de Antonio García Monge sigue muy presente en sus familiares, amigos y vecinos de Lopera a pesar de que su fallecimiento tuvo lugar ya hace algunos años. Fue el más mayor de una familia de siete hijos (Juan, Antonio, Francisca, Carmen, José, María y Juan), sus padres fueron Juan García y María Monge. La infancia de Antonio García trascurre en la popular calle Magdalena, donde sus padres tenía la casa familiar. Con apenas 17 años  es reclutado en Lopera por el bando rojo para participar en la Guerra Civil Española, donde recorrió diferentes frentes de la península para volver indemne. Tras la guerra realizó el servicio militar en África, concretamente en el Sáhara español. De vuelta a Lopera comenzó a trabajar en la viña de Morente como encargado y podador de viñas con tal arte que  llegó a enseñar a muchos loperanos e incluso era avisado de pueblos vecinos para realizar esta noble labor. También trabajo en otras labores del campo como la recogida de la aceituna, aunque lo que más le gustaba era la viña. Se casó en primeras instancias con  Antonia Lara Bellido, matrimonio de cuya unión nacieron dos hijas María y Antonia García Lara. Tras el fallecimiento de su esposa contrajo matrimonio por segunda vez con Ana Monge Ojeda, del que nacieron 3 hijos Juan, Francisco e Isabel. También estuvo siempre conviviendo con el matrimonio Antonio Rosales Monge, fruto del primer matrimonio de Ana Monge. Dentro de sus aficiones le encantaba el flamenco y más concretamente Juanito Valderrama y Pepe Marchena, asimismo no pasaba ni un solo día a la cita con sus amigos en la muralla del Paseo de Colón y a la partida de cartas en el hogar del pensionista con los hermanos mellizos Antonio y Manuel Coronado, Martín Puerto, Pedro “El Rey”, Juan Ramírez. con los que les gustaba  pasar buenos ratos y hablaban de sus vivencias en la guerra y posguerra. También le encantaba dar su paseo diario por los caminos de las afueras del pueblo, algo que le mantenía en buena forma.  Su vida estuvo marcada por ser un hombre que se desvivía por su familia y también tenía gran devoción por los 13 nietos que llegó a conocer (Dolores, Miguel, Pedro, José María, Antonio, Teodoro, María Isabel, Teodoro, Antonio, Ana Alicia, Antonio, Francisco Jesús y Antonio) con los que les gustaba pasar buenos ratos, ya que lo querían mucho pues era un abuelo muy bueno. Fue un hombre muy trabajador  y formal. Además se preocupó de darles a sus hijos un futuro mejor, en unos tiempos difíciles, sin disponer de otros medios, nada más de que su trabajo y el apoyo de su esposa. Su  memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes.

Teresa Sanz Chueco. Fue una mujer que se daba por entero a todo el mundo.

Teresa Sanz Chueco. Fue una mujer que se daba por entero a todo el mundo.

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

El recuerdo vivo de Teresa Sanz Chueco sigue muy presente en sus familiares, amigos y vecinos de Lopera a pesar de que su fallecimiento  tuvo lugar el día 22 de enero a los 92 años.  Teresa fue una mujer de gran vitalidad que dedicó su vida al cuidado de su marido y sus hijos. Fue la cuarta de una familia de 5 hijos (Gabriel, José, Raimundo, Miguel, Teresa y Dolores), sus padres fueron Miguel Sanz Barberán y Blasa Chueco Cruz. La Guerra Civil Española la pasó junto a su familia en la Lopera. Con 20 años  le tocó vivir La Batalla de Lopera en primera persona, pues junto a otras loperanas se refugiaron en la capilla del castillo de Lopera y le pusieron una gorra para que parecieran hombres. Allí estuvieron junto a las tropas del Teniente Coronel Redondo y le decían a los soldados ¿y si nos matan que hacemos? A lo que contestaron los soldados y después de muertas que os van a hacer. Estuvo llorando todo el día y recordaba  la guerra como algo que no se lo deseaba a nadie. Asimismo participó en el lavadero de ropa de los soldados que montó Pepa Navarro en su casa, pues los soldados decía que estaban comidos de piojos. En 1949 se casó con el novio de toda la vida, Serafín Bueno Taravilla  y fruto de cuya unión nacieron sus hijos Serafín y Raimundo. Siempre que pudo  ayudó al sustento de la economía familiar trabajando en la campaña de la recolección de la aceituna junto a su marido en los pagos de Carbonero, Pilillas, La Maja Chepe, Las Monjas etc. También ayuda en las tareas de recogida de palos para la candela de la casa, en la recogida de la paja para los animales e incluso llegó a vender carbón en su domicilio y aceitunas aliñada, la cuales vendía a peseta la taza. La encantaba hacer ganchillo para sus hijos y nietos. Cuidaba con mimo las flores que tenía en su patio y las jaulas de conejos y gallinas que tenía para el sustento familiar. Teresa fue una gran devota de la Virgen de los Dolores, de la cual su hijo Raimundo y su nieta Teresa siguen la tradición y de la Virgen de la Cabeza y participó muy de lleno en la Romería de 1959 cuando fue elegido Hermano Mayor de la Cofradía de Lopera su hermano José Sanz Chueco. Y también recordaba como su padre Miguel Sanz Barberán guardaba con gran celo un pergamino del año 1916 que recogía el Reglamento de la Cofradía de la Virgen de la Cabeza que este año ha sido recuperado en un artículo en la revista Mirando al Santuario. También fue muy devota de la Virgen de Alharilla, pues durante algunos años se iba un mes con su tío Raimundo a pasar la Romería de Alharilla en la casa de Lopera. Le encantaba pasar buenos ratos en los veranos charlando en la puerta de su casa con su hijo Raimundo, su nuera María del Carmen Romero y sus amigas Encarnación Uceda, Josefa la de Rafalito, Benita Lara etc. Se fue al otro mundo conociendo a 4 nietos (Emilio, María Teresa, Alexis y Estefanía), por los que sentía gran cariño y con los que le encantaba pasar buenos ratos. Fue una mujer participativa dispuesta siempre a ayudar dentro de sus posibilidades a todo aquel que lo necesitaba y sobre todo muy trabajadora y generosa. Era una mujer muy apreciada y querida por todos sus vecinos. Su memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes.

Antonia Luisa Huertas Hidalgo: Dedicó su vida a criar a sus dos nietos.

Antonia Luisa Huertas Hidalgo: Dedicó su vida a criar a sus dos nietos.

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

El recuerdo vivo de Antonia Luisa Huertas Hidalgo sigue muy presente en sus familiares, amigos y vecinos de Lopera a pesar de que su fallecimiento tuvo lugar el pasado día 15 de marzo.  Antonia Luisa fue una mujer de gran vitalidad que dedicó su vida al cuidado de su marido, sus dos hijos y dos nietos. Fue la mayor de una familia de 4 hijos (Antonia Luisa. Joaquina Josefa, Jacinto y Alberto), sus padres fueron Manuel Huertas Barbosa y Carmen Hidalgo Padilla. La Guerra Civil Española la pasó junto a su familia en la localidad de Villanueva de la Reina. Antes de contraer matrimonio trabajó en la Constructora en Córdoba como sirvienta de los señores, después en Lopera también realizó trabajos de sirvienta en casa de Manuel Valenzuela. En 1959 se casó con el novio de toda la vida, Manuel Criado Cámara y fruto de cuya unión nacieron dos hijos, Ana que murió con 4 meses y Antonio. Siempre que pudo  ayudó al sustento de la economía familiar trabajando en la campaña de la recolección de la aceituna y en la cogida del algodón en el pago de la Vega. A los pocos años de casarse cayó enferma del corazón y fue operada en el año 1980 y en el 2000, año en el que se le puso una válvula de titanio en el Hospital de San Pablo de Barcelona. Esta enfermedad la supo llevar con gran dignidad durante gran parte de su vida. Sus ratos libres además de dedicárselos a su familia, también los empleaba en coser y hacer ganchillo y su gran pasión era el cuidado de sus flores que tenía en el patio de su casa. Fue una mujer de profundas raíces religiosas y  gran devota de la Virgen de la Cabeza y de Ntro. Padre Jesús Nazareno. Antonia le encantaba pasar buenos ratos con sus dos nietos Ana Belén y Antonio Manuel, por los que sentía gran cariño pues los llegó a criar a los dos. Fue una mujer participativa dispuesta siempre a ayudar dentro de sus posibilidades a todo aquel que lo necesitaba y sobre todo muy trabajadora y generosa. Su memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes.

 

 

Benito Alcalá Alcalá. Fue un hombre muy trabajador y formal.

Benito Alcalá Alcalá. Fue un hombre muy trabajador y formal.

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

El recuerdo vivo de Benito Alcalá Alcalá sigue muy presente en sus familiares, amigos y vecinos de Lopera a pesar de que su fallecimiento tuvo lugar ya hace algunos años. Fue el quinto de una familia de 8  hijos (Miguel, Benita, Catalina, Pedro, Benito, Manuel, José y Antonio), sus padres fueron Benito Alcalá Merino y Feliciana Alcalá Bruna. La infancia de Benito Alcalá trascurre en la calle San Roque y en el Colegio que había en el Hospital de San Juan de Dios. Con apenas 13 años comenzó a trabajar con su padre en las tareas agrícolas en las fincas que tenía la familia en los pagos del “Suspiro” y “El Desillo”. En 1936 en plena Guerra Civil se marchó al frente y participó como Cabo de Carabineros en los Frentes de Teruel y Belchite. Durante un tiempo estuvo retenido en la Plaza de Toros de Manzanares con otros compañeros, donde casualmente coincidió con su hermano Manuel. De vuelta a Lopera comenzó a trabajar con Eduardo Rodríguez  y dando jornales en “Mirabueno”. En el año 1942 se casó con la mujer de su vida, Francisca de la Torre Sánchez y fruto de cuya unión nacieron tres hijos, Benito, Feliciana y Manuel. Siguió trabajando en las labores agrícolas (recogida de la aceituna) y fue nombrado en el año 1948 como aperaor de los bueyes de Mirabueno, donde también hacía alminares de paja, los anterrollos para hacer la collera para labrar la tierra etc.. Le encantaba pasar sus ratos libres haciendo cuentas en su casa y en su huerto familiar donde cultivaba todo tipo de hortalizas (pimientos, patatas, acelgas) para el gasto de la casa y para regalárselas a sus amigos. Benito siempre fue un gran colaborador y se volcó con el Cronista Oficial de Lopera en la recuperación de la historia y tradiciones de Lopera. Fue un fiel devoto de la Virgen de la Cabeza y siempre que podía acudía al Cerro del Cabezo para reencontrarse con la Morenita.  Le gustaba oir la radio y le encantaba la televisión y sobre todo los toros y fue un seguidor nato de Manolete, la cual pudo ver en vivo en varias corridas. Su vida estuvo marcada por ser un hombre que se desvivía por su familia y también tenía gran devoción por los cuatro  nietos que llegó a conocer (Benito Javier, Paqui, Benito Manuel y Antonio) con los que les gustaba pasar buenos ratos y les contaba sus vivencias en la guerra y como se vivía en Lopera y lo querían mucho pues era un abuelo muy bueno. Fue un hombre muy trabajador y formal. Sólo estuvo 5 días en la cama y cuando le visitó el médico, le dijo “no me ponga de nada pues ha llegado mi hora”. Murió con 94 años cumplidos. Su  memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes.

Diego Gómez Expósito. Su familia fue el centro de su vida.

Diego Gómez Expósito. Su familia fue el centro de su vida.

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

El pasado día 26 de abril fallecía en Córdoba  Diego Gómez Expósito y no pasa ningún día sin que sea recordado por su familia, vecinos y amigos, pues ante todo era una gran persona. Diego fue el más pequeño de una familia de seis hijos, sus padres fueron Francisco Gómez y Carmen Expósito. En 1948 se casó en primeras nupcias en Lucena (Córdoba) con Antonia Villalba Torres fruto de cuya unión nacieron cuatro hijos (Francisco, Antonio, Carmen y Diego). La Guerra Civil Española la pasó los cuatro años en el Frente de Teruel  con los Nacionales y en 1940 llegó con su familia a Lopera donde trabajó durante un tiempo en las tareas agrícolas con Nicolás Cruz Toro en el cortijo de Santo Tomás y en la Molina del Carmen. Más tarde se marchó a Fuerte del Rey para trabajar en la finca Marciañez. Después volvió a Lopera y junto con su hermano Francisco y su cuñado Carlos van arrendar la finca de Nicolás Cruz. Tras el fallecimiento de su primera mujer, en  1961 contrae segundas nupcias en Lopera con Araceli Villalba Cabello y fruto de cuya unión nacen 4 hijos (María Teresa, María Araceli, Juan Carlos y Susana). A partir de este momento se quedó con la cantina del Mercado de Abastos y posteriormente con el bar de los soportales de la Plaza del Ayuntamiento. Continuó como barman en un bar que tenía Gabriel Valenzuela en el Paseo de Colón. Hasta que se jubiló compartió el trabajo del bar con el del campo. Una de sus grandes aficiones era pasar gran parte del día en su reala de galgos en los campos de Lopera. También le gustaba pasar buenos ratos leyendo la prensa en el Hogar del Pensionista. Las tardes las pasaba de tertulias en la cochera de su amigo Juan Huertas “El Perruno” donde departía con José Alcalá “Pepín”, Manuel Valenzuela “El Marrilla”, Antonio Sevilla “Boxea”, Leonardo Romero, Luis Díaz, Bartolomé Vallejo y un largo etcétera.. Fue un hombre muy querido por todos sus vecinos, los cuales siempre lo recordarán pues siempre fue muy servicial y cariñoso con todos. Diego llegó a conducir su propio vehículo hasta unos días antes de su muerte con 89 años. El siempre le gustaba estar en su Lopera y pasar buenos ratos con sus nietos 12 nietos (Diego, Antonia, Guiomar, Elena, José Antonio, Carmen, Antonia, Cristina, Carmen, Araceli, Juan Carlos y Guillermo) y 2 biznietos (Guiomar y Jorge) que los querían con locura y con sus amigos y familiares. Su imagen retrepado en su mecedora con los pies puestos contra el árbol que había junto a la puerta de su casa permanecerá para siempre en el recuerdo de todos los que lo conocimos. Siempre lo recordarán como un hombre con un inmenso corazón. Su memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes.