Juan Cobo Porras .Su vida estuvo marcada por ser un hombre que se desvivía por su familia
Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera
El recuerdo vivo de Juan Cobo Porras sigue muy presente en sus familiares, amigos y vecinos de Lopera a pesar de que su fallecimiento tuvo lugar hace un año. Fue el tercero de una familia de cinco hijos (Bonifacio, Francisco, Juan, Ana María y Ana María), sus padres fueron Juan Cobo Morales y Juana Porras Corpas. La infancia de Juan Cobo trascurre en la popular calle San Roque, donde sus padres tenían la casa familiar. La Guerra Civil la pasó con su familia en Jaén en una casa de la calle Martínez Molina. De vuelta a Lopera comenzó a trabajar con 10 años en la panadería que montó su abuelo Bonifacio Cobo en la calle Pi y Margall, donde aprendió el oficio y en ella estuvo trabajando hasta que se unió con otros panaderos loperanos y fundaron la Cooperativa Panificadora “Virgen del Triunfo” donde se jubiló. En 1964 se casó en primeras instancias con Rosa Hoyo Morales, matrimonio de cuya unión nacieron cinco hijos (Juana María, Juan Francisco, José, Rosa María y Rosa María). Tras el fallecimiento de su esposa contrajo matrimonio por segunda vez en 1985 con Manuela Gutiérrez Gracia. Dentro de sus aficiones le encantaba viajar por todo el territorio nacional y le gustaba sobre todo dar su paseo diario por el campo en la época que se recogen los espárragos y una de las zonas que prefería era la antigua carretera Madrid-Cádiz. También le gustaba jugar al ajedrez y fue un gran seguidor del Torneo de Linares. En la época de la recolección de la aceituna, tras el reparto del pan y dormir algo, siempre que podía iba a ver como iba el desarrollo de la recolección de la aceituna en sus olivos en los pagos del “Horcajuelo” y “Los Palmares”. También le gustaba pasar buenos ratos con sus amigos Diego Parras, Benito García Marín, Juanín Porras y Juan Manchado. Su vida estuvo marcada por ser un hombre que se desvivía por su familia y también tenía gran devoción por los cinco nietos que llegó a conocer (Juan María, Antonio, Pedro, Juan Francisco y José María) con los que les gustaba pasar buenos ratos, ya que lo querían mucho pues era un abuelo muy bueno. Además se preocupó de darles a sus hijos un futuro mejor, en unos tiempos difíciles, sin disponer de otros medios, nada más que su trabajo. Fue un hombre muy trabajador, formal, servicial y mantenía un trato exquisito con sus “parroquianas” como el cariñosamente las llamaba, de hecho recordaba con gran cariño el homenaje que le rindieron las mujeres de la calle San Cristóbal cuando se jubiló. Su memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes.
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