(Dolores Ruiz Lara y un sobrino)
Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera.
El siguiente relato esta basado en una hecho real que aconteció en Lopera a lo largo del pasado siglo XX. Los hechos habría que remontarlos en los albores de los años 20, cuando la loperana, Josefa Lara Lara como otras muchas devotas a la Virgen de la Cabeza, se echó la promesa de ir andando hasta el Cerro del Cabezo para ver a la Reina de Sierra Morena, si a cambio su hijo Bartolomé Ruiz Lara le iba bien en las américas, pues el joven loperano había decidido cruzar el atlántico rumbo a Sao Paulo (Brasil), como otros tantos españoles en busca de un futuro mejor. Las buenas noticias del Brasil no se hicieron esperar y Josefa en la romería del año siguiente cumplió su promesa. El camino a pie hasta el Cerro del Cabezo lo hizo con la Cofradía de Lopera y se llevó de compañía a una de sus hijas, Dolores Ruiz Lara, la cual estaba soltera y era modista de profesión. A lo largo del camino no faltó la vieja costumbre de “dar vaya” o mofarse al cruzarse con los peregrinos de otros pueblos (una costumbre que está ya en desusó, pero que era bien acogida por todos a pesar de que consistía básicamente en decirse unos a los otros todo tipo de palabras malsonantes e improperios y verdaderas barbaridades sobre las relaciones entre las parejas). Ya a mitad del camino, la joven modista, acostumbrada a estar todo el día sentada delante de su máquina de coser, comenzó a renegar de haber accedido a ir andando y tuvo que ser ayudada por otros hombres que iban en el camino hasta llegar al Santuario. Una vez en el camarín miró a la Virgen Morena y le dijo “Virgen mía perdóname, pero algo muy grande me tiene que ocurrir, para que yo te ofrezca la promesa de volver andando hasta tu camarín”.
Pasaron los años y Dolores Ruiz Lara contrajo matrimonio con Antonio Girón Fuentes, fruto del cual nacieron 4 hijos (un varón y tres hembras). En el año 1944 se incorporaba a filas el hijo varón, Juan Antonio Girón Ruiz, sirviendo en el cuerpo de infantería en el cuartel de Cortadura (Cádiz). A los pocos meses de incorporarse se recibía un comunicado en casa de los Girón Ruiz, en el cual se notificaba que su hijo había caído enfermo de meningitis y se encontraba en coma.
Al conocerse la triste noticia, Dolores Ruiz intuitivamente exclamó “Virgen mía de la Cabeza salva a mi hijo” y rápidamente le vino a la memoria lo que le había dicho a la Morenita en su camarín el día que fue andando con su madre. Como fue una cosa muy grande se echó la promesa de que si salía su hijo con vida de la enfermedad que padecía iría andando al Cerro del Cabezo.
Tras varios meses hospitalizado, finalmente Juan Antonio Girón Ruiz superó la enfermedad y Dolores e hijo cumplieron juntos la promesa en la romería del año 1945, siendo hermano mayor de la Cofradía de Lopera, Juan Cantero Cruz. El camino lo hicieron a pié con algunos peregrinos y cofrades desde Lopera, ya que la inmensa mayoría de peregrinos preferían hacerlo a lomos de bestias o en los bancos de madera y bajo los toldos de los camiones Souma, Ford y Fiat de la Cooperativa Oleícola “La Loperana”, en el Chevrolet de Francisco Teruel Alcalá, en el Ford de la fábrica de harinas de Eufrasio Millán o en el Barreiros de Juan Alcalá, que unos años mas tarde fueron continuados por el Avia de José Garrido Muñoz, el Ebro de Manuel Gil Torres y el Barreiros de Manuel González Hernández. Una vez en el Santuario, Juan A. Girón, fue de rodillas varias veces desde el cancel del templo hasta el camarín, en agradecimiento a la Virgen por haberle ayudado a superar tan grave enfermedad y su madre le llevó a la Virgen Morena un exvoto de plata con la cabeza de un hombre en señal de agradecimiento por tan gran favor recibido. Tras ver a la virgen y dar gracias por todo, madre e hijo se volvieron de nuevo andando hasta Lopera, sin quejarse ni renegar. Antes de abandonar el sacro lugar, Dolores Ruiz no quiso irse sin antes recitar ante la Virgen los siguientes versos que había compuesto con mucho cariño y amor a su Morenita:
Versos a la Virgen de la Cabeza
Virgen de la Cabeza
gracias a ti
cumplo la promesa
morena y graciosa que te ofrecí.
Si tuviera posibles
una gran joya
te hubiera ofrecido
en cambio sólo te traigo
una cabeza de plata
que es lo único que he podido.
Seis leguas vengo andando
desde Lopera mi pueblo
y por fin he logrado
morena y graciosa verme en tu templo.
Me acompaña mi hijo
para darte las gracias
porque tu lo has salvado
morena y graciosa, de su desgracia.
De rodillas a mi hijo
veo andar la iglesia tres veces
porque está convencido
morena y graciosa, que más te mereces.
¡Ay mi virgen morenita!
siempre que pueda vendré
aunque sólo sea una rosa
he de poner a tus pies.
Hoy la testigo que nos ha trasmitido esta tierna historia, Rafaela Girón Ruiz a sus 80 años, quiere aprovechar las páginas de Mirando al Santuario, para cumplir un deseo que de niña lleva dentro de su corazón, que no es otro que dedicar los siguientes versos que de pequeña recitó en varias ocasiones en el Convento de Jesús de Lopera y que nunca pudo cumplir su ilusión de recitarlos ante la Reina de Sierra Morena:
No extrañe Señora
que traiga a tus plantas
de tomillos humildes
miserables ramas.
Otras muchas flores
sin duda encontrara
de varios colores
y pomposas galas.
Pero he preferido
estas pobres ramas
¿qué porque motivo?
¿qué cual es la causa?
Iba yo una tarde
saltando cual gana
por los altibajos
de la Sierra brava.
Las flores hollando
tronchando las ramas
del bronco tomillo
que las tapizaba.
Y ellas blandamente
tomaban venganza
con las actitudes
con que las trataba
perfumando humildes
sus traviesas ramas.
Cuando más las heriría
más las perfumaba
¡Ay la del tomillo!
que hermosa venganza
si todos los hombres
así se portaran
perdonando humildes
a quien mal les trata
el mundo sería
del cielo antesala.
Así tu te vengas
de las malas almas
aún cuando te ofendan
tu siempre las amas.
Y jamás las dejas
y jamás te cansas
de pedir por ellas
para que del abismo
y la culpa salga.
Haz que yo te imite
Virgen muy amada
aquí dejo el tomillo
y con el mi alma.
Y cuando torne otra vez
el tiempo en sus raudas alas
vendré a saludarte ufana
y ofrecerte en vez de tomillos
un ramillete de almas.
Adiós, adiós Morenita
encanto del corazón
échanos en este día
tu maternal bendición.
0 comentarios