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José Luis Pantoja Vallejo

Obituarios

Adolfo Ortega Mazuecos. Se desvivió por la educación de sus alumnos.

Adolfo Ortega Mazuecos. Se desvivió por la educación de sus alumnos.

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

El pasado día 4 de enero fallecía en Encinas Reales (Córdoba) a los 90 años Adolfo Ortega Mazuecos, un hombre muy querido en Lopera y que durante más de 40 años fue maestro y director del Colegio Miguel de Cervantes de Lopera, entre otros destinos. Por sus aulas pasaron gran cantidad de generaciones de alumnos que guardan un grato recuerdo de la formación y educación que les inculcó su querido maestro D. Adolfo, el cual consiguió para el Centro el huerto de Iniciación Profesional en el pilar nuevo, el transporte escolar desde los cortijos y el comedor escolar. Desde 1940 ejerció como maestro nacional, una profesión por la que sentía una gran pasión y por la que se desvivía.  A pesar de que ya ha trascurrido más de un mes de su fallecimiento, no pasa ni un solo día sin que su recuerdo siga muy presente en sus familiares, amigos y vecinos de Lopera. Adolfo fue el más pequeño de una familia de 7 hermanos, y sus padres fueron José Ortega Martín y Luisa Mazuecos Rueda. Durante la guerra civil fue Alférez Provisional en Tetuán. En el año 1945 se casó con la mujer de su vida, María Medina Medina, y fruto de cuya unión nacieron 3 hijos: Cristina, José y Luis. Sus ratos libres, además de dedicárselos a su familia, le gustaba compartirlos con sus amigos en la tertulia del casino “Caza y Pesca”. Hasta que la vista se lo permitió, disfrutó con la lectura diaria del periódico, que más tarde tuvo que sustituir por sus caminatas por el extrarradio del pueblo, donde todos recordamos haberlo visto. Además, estudió la carrera de Derecho por libre, desde Lopera, donde ejerció de Juez durante años. También tenía gran devoción por sus cuatro nietos (Juan Luís, Nieves, Alejandro y Pilar) con los que les gustaba pasar buenos ratos. Se fue al otro mundo sin quejarse, su memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes.

Benito Valenzuela Bruna, un luchador por su familia.

Benito Valenzuela Bruna, un luchador  por su familia.

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

El recuerdo vivo de Benito Valenzuela Bruna sigue muy presente en sus familiares, amigos y vecinos de Lopera a pesar de que su fallecimiento tuvo lugar ya hace algunos años. Benito fue el tercero de 6 hermanos, sus padres fueron Antonio Valenzuela Palomo y Francisca Bruna Herrador. Su infancia trascurre en plena Guerra Civil, siendo uno de los “Niños de la Guerra” que pasó todo el conflicto con su familia en Lopera. Benito se dedicó a lo largo de su vida como representante en la localidad y posteriormente trabajando como administrativo en la Cooperativa Oleícola “La Loperana”. Benito contrajo matrimonio  con la mujer de su vida Francisca Antelo Herrero y fruto del mismo nacieron 5 hijos, Paqui, Antonio Miguel, Maria Eugenia, Guillermo y Arancha. Dentro de sus aficiones sentía gran pasión por el fútbol y por los colores del Atlético de Madrid. Benito fue un cristiano coherente que trabajo y dedicó una gran parte de su vida a la iglesia y a la Cofradía del Cristo de la Vera Cruz, de la cual fue presidente durante más de dos décadas y sus hijos y nietos siguen con la tradición.  Era un hombre de carácter firme, y todos los que lo llegaron a conocer sabían que tenía un gran corazón y era muy generoso. Era amigo de sus amigos, de los cuales presumía de tener muchos y muy buenos. Benito fue ante todo un gran padre y un gran abuelo, pues sentía gran pasión por los 5 nietos que llegó a conocer, con los que le gustaba pasar largos ratos de charlas y juegos. Su enfermedad la llevó con mucha dignidad y aprovechó sus últimos días al máximo rodeado de su familia. Su memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes.  

Catalina García Coca. Transmitía una paz y alegría a todos

Catalina García Coca. Transmitía una paz y alegría a todos

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

           El pasado 14 de julio se cumplió el tercer aniversario del fallecimiento de la loperana Catalina García Coca. Catalina es recordada por su familia y vecinos por su humildad y por ser una persona muy cariñosa, dulce y buena con todo el mundo como pocas personas pueden serlo.  Trasmitía amor, paz y fe. Fue la mayor de seis hermanos y a lo largo se su vida se dedico en cuerpo  y alma a su familia. Fue una mujer comprometida con su fe cristiana y a diario rezaba dos veces el Santo Rosario por los más desfavorecidos, para que no hubiera guerras y  para que todo el mundo viviera en paz. Contrajo matrimonio con Alfonso Gutiérrez López fruto del mismo nacieron dos hijas, María Manuela y Rosa. Dentro de sus aficiones sentía gran atracción por el placer de la lectura, pues siempre tenía un libro en su mesita de noche. También le encantaba la jardinería y dedicaba algunas horas del día al cuidado y mimo de sus macetas, las cuales hoy mantiene su marido Alfonso. Fue hermana de la Cofradía de la patrona de Lopera la Inmaculada Concepción y asistía con su medalla hasta que pudo a la procesión que cada año se le hace el 8 de diciembre. Sentía devoción por sus nietos Francisco Alfonso y María Luisa, los cuales la tienen muy presente todos los días al igual que sus hijas, familiares y amigos. A pesar de haber pasado tres años de su muerte, Catalina sigue muy presente en la memoria de su marido Alfonso y en el de su familia y no pasa ni un sólo día sin que sea recordada por su gran sencillez, dulzura, pues era ante todo una buena persona, llena de amor hacia los demás.  Se fue al otro mundo con gran fe y esperanza en Dios, nunca se quejó de su larga enfermedad y su tierna sonrisa siempre estará presente como un grato recuerdo en los corazones de los suyos.

Antonio Alcalá Cerezo. Un hombre vitalista comprometido con la educación y la sociedad

Antonio Alcalá Cerezo. Un hombre vitalista comprometido con la educación y la sociedad

Por José Luis Pantoja Vallejo- Cronista Oficial de la Villa de Lopera

          El pasado día 14 de agosto de 2005 fallecía en Lopera a los 53  años tras una larga enfermedad el loperano Antonio Alcalá Cerezo. A pesar de haber pasado ya casi tres meses su familia lo tienen muy presente todos los días pues era un gran esposo y un excelente padre para sus hijos  y ante todo una muy buena persona. Siempre lo llevaran en lo más hondo de sus corazones. Nació en el seno de una familia de panaderos, siendo el menor de 5 hermanos. Compagino sus estudios de Magisterio con las labores de la panadería ayudando a sus padres. Fue un enamorado de la historia y un entusiasta del deporte, sobre todo del fútbol y del baloncesto, llegando a  practicar ambos deportes e incluso a ser entrenador del equipo de baloncesto de Lopera.   En 1976 aprobó las oposiciones de EGB en la especialidad de matemáticas.  Un año después le dieron su primer destino como interino en las Cabezas de San Juan y posteriormente en la estación de Huesa. Al siguiente curso ya lo destinaron como definitivo a su querida Lopera y el 24 de julio de 1977 contrajo matrimonio con la mujer de su vida, Pilar Martínez Gutiérrez, con la que tuvo dos hijos, Antonio y Eduardo Alcalá Martínez, siguiendo los pasos de su padre su hijo Antonio.  En el Colegio Miguel de Cervantes de Lopera estuvo durante 29 años, primero como maestro de Educación General y con la Reforma Educativa, pasó a la Educación Primaria y ante todo fue un maestro que se entregó en cuerpo y alma a la enseñanza, fundamentalmente de la lectura y escritura y por sus manos pasaron varias generaciones de loperanos que aprendieron a leer y escribir gracias a él. Se implicó mucho en la enseñanza de los niños y era un apasionado de la lectoescritura, participando en varios seminarios permanentes relacionados con este tema que desarrollaron en el Colegio Miguel de Cervantes a finales de los 80 y principios de los 90. De su último curso, un segundo de primaria, varias alumnas suyas, Verónica, Carmen, Isabel, Lucia, etc recuerdan con nostalgia lo buen maestro que fue para ellas y lo mucho que aprendieron y que incluso ya enfermo estuvo compartiendo con todos los alumnos su última fiesta del fin de curso a través de un montaje de gimnasia, siempre lo recordaran como un excelente profesor. Formó parte de la Fundación “Antonio Navarro”, la cual se dedica a cumplir los fines para lo que fue creada: becas para estudiantes y ayudas a la iglesia. Antonio Alcalá también dedicó parte de su tiempo libre a hacer el bien por los demás, siendo responsable en Lopera durante muchos años de la Asociación Hermandad de Donantes de Sangre de Jaén, participando y organizando innumerables extracciones colectivas en la localidad. También formó parte del Consejo de Pastoral de la iglesia parroquial de la Inmaculada Concepción.  

 

Alfonso Cruz Carmona. Una Vida al servicio de la comunidad y haciendo el bien.

Alfonso Cruz Carmona. Una Vida al servicio de la comunidad y haciendo el bien.

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

Alfonso Cruz Carmona vino al mundo un 15 de diciembre de 1928, hijo de Francisco Cruz Gómez y Basilisa Carmona Acevedo. Fue el segundo de cuatro hermanos, Juan Manuel, Alfonso, Dolores ya fallecida y Francisco Cruz Carmona. El día 20 de abril de 2001 fallecía en Lopera tras una larga enfermedad, Alfonso Cruz Carmona, un hombre comprometido con la iglesia, la cultura y las tradiciones de su pueblo. Hoy después de 5 años de su muerte, sus hijas Mari y Paqui quieren rendir un cálido homenaje a su entrañable padre, al cual nunca olvidarán y siempre llevaran en sus corazones. Tras una infancia marcada por la guerra civil, que siempre recordaba en las nochebuenas a su familia, a los 10 años ingresó en  el Seminario de Jaén ayudado por la Hermana Coronación, perteneciente a la Hermanas de la Cruz y a la que el estuvo eternamente agradecido. Tras su salida del seminario Alfonso Cruz se trasladó a su querida Lopera y empezó a dar clases particulares formando a numerosos jóvenes loperanos hasta que ingresó como profesor en la Academia San Fernando, donde durante 15 años impartió clases de latín, griego, gramática, religión y literatura.  A poco tiempo conoció a la que sería su esposa, Maria Ansino Fernández, con la que contrajo matrimonio un 3 de junio de 1963, fecha que también es muy recordada ya que se tuvo que atrasar la boda un mes debido a la inauguración del riego “Cristo Chico”, de la que era su administrativo y de la que hoy sigue sus pasos su hija Maria. Fruto del amor tuvo dos retoños, Mari y Paqui Cruz Ansino. Compaginó esta actividad como administrativo del riego “Cristo Chico” de Lopera, impartiendo clases en su casa , sobre todo de latín, del cual se consideraba uno de los mejores latinistas de la comarca. Alfonso Cruz también realizó una gran labor dirigiendo durante varias décadas el Coro Parroquial y el coro del Hogar del Pensionista, también fue secretario del Consejo Parroquial de Pastoral. Otra faceta en la que destacó este polifacético loperano fue como corresponsal deportivo de Diario JAEN, cubriendo los partidos de fútbol de la etapa más gloriosa de la A. D. Lopera en la Regional Preferente. Su trayectoria profesional siguió en el mundo de la banca en la que estuvo 20 años hasta que se jubiló. Como músico la comunidad loperana le debe la creación del Himno de San Roque, patrón de Lopera. Por último sus numerosos escritos han quedado plasmados para siempre en los programas de la Feria de “Los Cristos” de los que era un asiduo colaborador y llegó a pronunciar en dos ocasiones el pregón de la feria de su pueblo y un muy emotivo pregón de Semana Santa que muchos loperanos aún recuerdan. Sus hijas, esposa y nietas lo recuerdan a diario pues con su marcha ha dejado un gran vacío en sus vidas y se lamentan que la pequeña Ángela no lo haya podido conocer. Siempre tenía una sonrisa para todos y nos decía que no nos dejáramos vencer por las adversidades y que lucháramos por lo que creíamos hasta el final.  Era un hombre todo terreno y siempre se entregaba a todo lo que le pedían. Fue una persona muy querida y admirada en Lopera de la que se tiene un recuerdo muy presente, pues fue un enamorado de su familia y siempre defendió a capa y espada todo lo relacionado con su pueblo. 

José Pantoja Lozano. Una vida entre el yunque y la fragua.

José Pantoja Lozano. Una vida entre el yunque y la fragua.

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera.

Con el fallecimiento de José Pantoja Lozano el 25 de enero de 2004 a los 73 años, se ponía el punto final a una saga de herreros. Ahora que se cumplen casi dos años de su desaparición su hijo José Luis no puede olvidar el legado de un gran padre que siempre luchó por el bienestar de sus 5 hijos (Antonio, José Luis, Beni, Petri y Marga) y el de Margarita Vallejo su entrañable compañera a lo largo de casi cincuenta años y quisiera rendirle un cálido homenaje. Tras una infancia marcada por la guerra, a los 14 años ya trabajaba José Pantoja en la herrería familiar en la calle Bartolomé Valenzuela de Lopera. Corría el año 1944 y en taller trabajaban hasta 7 operarios bajo la batuta del patriarca y maestro Antonio Pantoja Lozano. Los trabajos que se hacían eran, además de los de forja, arreglar los arados, calzar rejas, mantener los aros de los carros, etc. A José pronto se le unieron sus hermanos Antonio, Manuel y Vicente en las labores de la herrería. José Pantoja Lozano también compaginó otros trabajos con el de herrero. En los inviernos, al disminuir el trabajo por el periodo de la recogida de aceituna, ejercía funciones de tractorista con Miguel Moreno y también como maestro en el molino de aceite de Verdejo, junto a su gran amigo Antonio Hidalgo. A los pocos años de casarse con Margarita Vallejo Bellido, y embarazada ésta de su hijo José Luis, el maestro José tuvo que afrontar una operación a vida o muerte, tras rompérsele la pleura del pulmón izquierdo. Una maravillosa intervención, que marcó época a cargo del Doctor Sagaz, y le posibilitó seguir durante más de 50 años ejerciendo el oficio de herrero ganándose la vida a base de martillazos y descomunales esfuerzos junto a la fragua. Así siguió realizando gran cantidad de herrajes para todos los vecinos de Lopera y alrededores, pues rara es la casa de Lopera que no tiene algo realizado por José Pantoja. De las múltiples anécdotas vividas junto al yunque y la fragua, nuestro padre siempre recordaba y nos contaba aquella cuando en cierta ocasión se encontraba cortando un hierro en caliente en la tajadera del yunque y un trozo saltó con tal mala fortuna que fue a caer en una de las botas del aprendiz Antonio Alcalá “el Gallollo”. Al instante, éste comenzó a dar saltos, ante lo cual  el maestro, Antonio Pantoja comenzó a hacer gestos indicando como que el muchacho se había vuelto loco. El aprendiz a toda prisa y como pudo consiguió meter el pié en un cubo de agua y al momento comenzó a salir humo de la cubeta. Entonces todos comprendieron a donde había ido a parar el trozo de hierro ardiendo.  De sus aficiones habría que destacar su pasión por el fútbol y en especial por el Atlético de Madrid.  Nunca fue un fanático pero, hacía de tripas corazón cuando perdía. Qué mal lo pasó en aquella final de la Copa de Europa frente al Bayer o los dos años que pasó en segunda. En sus últimos años no sabía muy bien quienes eran sus jugadores, ni con quien jugaba cada fin de semana. Pero cuando murió, tenía en el bolsillo de su camisa un viejo bolígrafo con el escudo del Atlético y el almanaque de la temporada 2003/2004. Con él hasta la muerte. Finalmente, fueron los gases inhalados en la fragua, unidos a la huella que dejó en José Pantoja Lozano aquella terrible operación citada anteriormente, los que fueron aflorando en su salud en los últimos años de su vida hasta acabar definitivamente con él en la noche del domingo 25 de enero de 2004                                                     

                                                                          Epílogo 

                      El recuerdo del repiqueteo del martillo en el yunque

                                                        y de los silbidos acompasados,

                                                       saliendo de la herrería a borbotones,

                                                             nos acompañarán siempre.

                                          Padre, siempre estarás en nuestra memoria 

 

Antonio Pedrosa Delgado. Un hombre entregado a su familia y a la comunidad

Antonio Pedrosa Delgado. Un hombre entregado a su familia y a la comunidad

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

        El día 3 de abril se cumplieron diez años que falleciera Antonio Pedrosa Delgado, un hombre muy querido en Lopera y que durante más de 30 años fue con una gran profesionalidad el cartero de la localidad. Desde 1959 ejerció como cartero rural y a diario iba con un carrillo de mano a recoger en la parada del coche de Ureña las sacas del correo que posteriormente y con la ayuda de la mujer de su vida, Francisca Bruna Menchen “Paca la del correo” hacía en su propia casa, sita en la carretera de Porcuna, los apartados y después se recorría a diario el pueblo para su reparto y era esperado por muchas jóvenes que ilusionadas esperaban en las puertas de sus casas las cartas de sus novios que estaban haciendo el servicio militar. En 1959 contrajo matrimonio con Francisca Bruna y fruto del mismo nacieron cuatro retoños (Antonio, Gonzalo, Inmaculada y María Luisa).  Cuando se jubiló el testigo de cartero lo cogió su hijo Antonio. A parte de ser el cartero de la localidad, Antonio “el chiva” fue un hombre muy polifacético ya que en sus ratos libres se entregó por completo al mundo del deporte, pues no en vano llegó a ser arbitro, jugador y entrenador del equipo de fútbol de Lopera. Siempre estaba dispuesto a ayudar en todo (regar el campo de fútbol, pintarlo, lavar la ropa de los jugadores) y todo de una manera altruista y desinteresada. Fue un enamorado de su familia a la cual se entregó en todo momento y luchó hasta el final de sus días por su esposa, sus hijos y lamentablemente no pudo conocer a sus nietas Miriam y Sofía, las cuales lo tienen muy presente en el recuerdo. Aunque han pasado ya 10 años de su muerte su familia siempre lo tiene presente en cualquier efemérides (Fiesta del Corpus, pues todos los años llevaba el palio de la santa custodia, San Isidro, haciendo las carrozas de temas agrícolas, en las navidades que tenía costumbre de montar un nacimiento, la feria etc.) y siempre estará presente en sus corazones, pues ante todo fue un gran hombre, padre y esposo. Su inconfundible imagen con la cartera al hombro, siempre estará en el recuerdo de todos los loperanos. 

Francisca Vallejo Bellido. Fue una mujer muy caritativa y querida.

Francisca Vallejo Bellido. Fue una mujer muy caritativa y querida.

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

          El recuerdo vivo de Francisca Vallejo Bellido sigue muy presente en sus familiares, amigos y vecinos de Lopera a pesar de que su fallecimiento tuvo lugar hace ya casi dos años. Frasquita como era conocida en sus casa fue una mujer muy vitalista que dedicó su vida al cuidado de su hija y de sus hermanas, ya que durante muchos años ejerció como una verdadera madre. Fue la segunda de una familia de 6 hijos, sus padres fueron Benito Vallejo Elena y Rafaela Bellido Hueso. Los tres años de Guerra Civil Española los pasó junto a sus padres y hermanos en Fuerte del Rey. En plena guerra se casó con Antonio Melero Torres, el cual falleció en el frente de Teruel sin poder conocer a su hija Antonia. Después de la guerra Frasquita se fue a servir como criada en la casa de D. José Orti cobrando al mes 25 pesetas, que apenas le llegaban para vivir. Unos años después contrajo segundas nupcias con Felipe Valenzuela Ruiz. Sus ratos libres además de dedicárselos a su familia, también los empleaba en hacer croché y pañitos para sus hermanas, las cuales que guardan un gran recuerdo de su hermana mayor. Sus últimos años los pasó en Alcalá de Henares junto a hija Antonia, su  yerno Manuel y sus nietos y biznietos. Cuando venía al pueblo en primer viaje que hacía era ir a ver a la Virgen de la Cabeza por la que sentía gran devoción. Se fue al otro mundo conociendo a 3 nietos y 5 biznietos. Fue una mujer muy caritativa y querida por todo el mundo, siempre dispuesta a ayudar dentro de sus posibilidades a todo aquel que lo necesitaba y se fue al otro mundo sin quejarse,  su memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes.

Ana José Vallejo Bellido. Fue una mujer que dejo huella en Lopera.

Ana José Vallejo Bellido. Fue una mujer que dejo huella en Lopera.

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

El recuerdo vivo de Ana José Vallejo Bellido sigue muy presente en sus familiares, amigos y vecinos de Lopera a pesar de que su fallecimiento tuvo lugar ya hace algunos años. Ana José fue una mujer muy vitalista que dedico su vida al cuidado de sus seis hijos y de su marido por el que sentía verdadera devoción. Fue la cuarta de una familia de 6 hijos, sus padres fueron Benito Vallejo Elena y Rafaela Bellido Hueso. Los tres años de Guerra Civil Española los pasó junto a sus padres y hermanos en Fuerte del Rey. Toda su juventud antes de contraer matrimonio se dedicó a ayudar  en su casa en las tareas domesticas junto a sus hermanas. En 1944 se casó con José Quero Utrilla y fruto de cuya unión nacieron seis retoños, Manuel, Benito, Alfonso, José Luis, Rafael y Juan Carlos. Sus ratos libres además de dedicárselos a su familia, también los empleaba en juntarse con sus amigas en el Hogar del Pensionista, donde fue una activa participante en todas las actividades que se llevaban a cabo, fundamentalmente en la recuperación de las tradiciones y el folklore loperano. También vivía muy de cerca el Viernes Santo al ser hermana de la Virgen de la Soledad, acompañando a la imagen con el típico traje de mantilla, inculcando esta tradición a algunas de sus nietas. Igualmente todos los años le gustaba estrenar su traje de gitana en las romerías de San Isidro y de la Virgen de la Cabeza. Fue una ferviente animadora del carnaval loperano, participando en el mismo activamente. Se fue al otro mundo conociendo a 10 nietos y    2 biznietos. Fue una mujer participativa dispuesta siempre ayudar dentro de sus posibilidades a todo aquel que lo necesitaba y se fue al otro mundo sin quejarse,  su memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes.  

 

Nicolás García Hurtado. Fue ante todo un cristiano coherente.

Nicolás García Hurtado. Fue ante todo un cristiano coherente.

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

El recuerdo vivo de Nicolás García Hurtado sigue muy presente en sus familiares, amigos y vecinos de Lopera a pesar de que su fallecimiento tuvo lugar ya hace algunos años. Nicolás fue el más pequeño de seis hermanos, sus padres fueron Nicolás García Partera y Lucía Hurtado Sánchez. Su infancia trascurre en plena Guerra Civil, la cual marca un poco la vida de un niño de 11 años, que tuvo que afrontar, unos años después la dura realidad de perder muy jóvenes a tres de sus hermanos y a sus padres. Nicolás se dedicó a lo largo de su vida al oficio de carpintero, siendo el último carpintero tradicional de Lopera y sus trabajos han quedado como testigo en muchas casas de la localidad. Nicolás contrajo matrimonio con Benita Ruiz Ruiz y fruto del mismo nacieron 4 hijos, Nicolás, Lucía, Maria del Carmen y Mateo. Más tarde la vida le volvió a dar un nuevo revés al perder a su mujer con 50 años y su hijo Mateo con 21 años, sin embargo y a pesar del sufrimiento que la vida le deparó, Nicolás supo ser firme en su fe y puso su vida en manos de Dios. Nicolás fue un cristiano coherente que trabajo y dedicó una gran parte de su vida a la iglesia y a la Cofradía de Ntro. Padre Jesús Nazareno.  Era un hombre de carácter firme, pero todos los que los llegaron a conocer sabían que tenía un gran corazón y era muy generoso. Era amigo de sus amigos, de los cuales presumía de tener muchos y muy buenos. Murió rodeado de sus hijos y con una sonrisa en su cara que sólo un cristiano en paz con Dios y con los hombres puede regalar a sus hijos en esos momentos de dolor. Su memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes.  

Juan de Dios Coca Herrador. Fue un hombre generoso con su prójimo.

Juan de Dios Coca Herrador. Fue un hombre generoso con su prójimo.

 Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

Aunque hace ya algunos años de su fallecimiento, el recuerdo vivo de Juan de Dios Coca Herrador sigue muy presente en sus familiares, amigos y vecinos de Lopera. Juan de Dios fue un hombre muy activo que se dedicó en su vida a trabajar en la Cámara Agraria de Lopera y Porcuna, también tuvo la corresponsalía de la Caja Rural de Jaén y fue su primer director de la sucursal de Lopera. Fue el mayor de una familia de 4 hermanos, sus padres fueron Alonso Coca Moreno y María Francisca Herrador Manrique. Parte de la Guerra Civil Española la pasó junto a su madre, abuelo y hermanos en Lopera siendo un “Niño de la guerra”. Después la familia se trasladó a Aguilar de la Frontera (Córdoba). Su juventud la dedicó a estudiar y a trabajar en el ayuntamiento. En 1958 se casó con su novia de toda la vida Josefa Navarro García y fruto de cuya unión nacieron tres hijos, María, Alonso y Manuela. Sus ratos libres además de dedicárselos a su familia, también los empleaba en el casino La Sociedad Deportiva de la cual fue su secretario. También vivía muy de cerca la Semana Santa loperana al ser hermano y secretario-tesorero de la cofradía de Ntro. Padre Jesús y las fiestas de los Cristos como hermano de la soldadesca del Cristo del Humilladero. Se fue al otro mundo conociendo a sus 4 nietos por los que sentía adoración y a los que les trasmitió las tradiciones loperanas. Fue un hombre muy participativo y generoso con su prójimo, dispuesto siempre a ayudar dentro de sus posibilidades a todo aquel que lo necesitaba desde Caritas y desde la propia Cámara Agraria. Se fue al otro mundo sin quejarse, su memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes.

María Valcárcel García. Fue una mujer culta y lectora empedernida.

María Valcárcel García. Fue una mujer culta y lectora empedernida.

 Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

Aunque ya hace dos años del fallecimiento de la loperana María Valcárcel García, no pasa ni un día sin que sea recordada por sus familiares, amigos y vecinos, pues ante todo, era una buena persona, caritativa y que le gustaba ayudar a todo el que se lo pedía. Maria sentía gran admiración por sus padres Martín Valcárcel García, maestro nacional, al cual le debe el pueblo de Lopera el magnífico edificio de grupos escolares levantado en plena Dictadura de Primo de Rivera y que Martín consiguió siendo maestro y alcalde de Lopera y por su madre Fuensanta García.  Fue la más pequeña de tres hermanos y a lo largo se su vida se dedicó en cuerpo y alma a su familia. Dentro de sus aficiones le encantaba la lectura de novelas que a diario devoraba  al calor de la lumbre, fue una lectora empedernida. Cada mes se encargaba de pedir contra rembolso las últimas novedades y dejó una gran biblioteca. Asimismo fue la primera mujer que con más de 70 años  se hizo socia de la biblioteca pública municipal y hasta que pudo, ella misma iba y retiraba los libros. Fue una gran colaboradora en la recuperación de las tradiciones loperanas, pues tenía una memoria prodigiosa y le apasionaba todo lo relacionado con la historia de su pueblo. Durante muchos años perteneció a Caritas Parroquial, a la Asociación de Amas de Casa y a las Hijas de María de la parroquia de la Inmaculada Concepción de Lopera. Siempre estaba esperando que llegaran las fiestas de navidad, semana santa y sobre todo el verano para reencontrase con sus sobrinas Pepi y Mari Carmen y los hijos de la primera, Darío, José Antonio, Lourdes e Ignacio por los que sentía gran devoción y ellos asimismo por su tía abuela, con los que le gustaba pasar largos ratos de charlas. Fue una mujer muy querida y respetada en el pueblo. Siempre recordaba con gran alegría el día que le dedicaron una calle a su padre y que contó con la presencia de autoridades y de toda su familia. Su persona siempre estará presente como un grato recuerdo en los corazones de los suyos.