Algunos recuerdos y tradiciones culinarias en torno al verano y a la Feria de los Cristos de Lopera
El polifacético Manuel Carrasco Pérez
Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera
En torno a la Feria de los Cristos hay que destacar por su singularidad la alborada en torno al Cristo del Humilladero, que se celebraba en las madrugadas de la feria, con el disparo de salvas por parte de los miembros de la soldadesca, el revoletear de banderas y la visita a la casa del capitán de la Soldadesca y de los hermanos que lo solicitaban, en estas visitas eran agasajados los miembros de la soldadesca con garbanzos tostados y copa de aguardiente y licores, acompañados de dulces típicos.
En las fiestas de los Cristos había costumbre en Lopera de comer el domingo de Cristos un pavo frito con tomate o bien con arroz. El lunes de Cristos se ponía un cocido aprovechando lo menudo del pavo (alas, higadillas, pescuezo etc.) y el martes de Cristos se degustaban los conejos fritos o con tomate o bien los pollos “tomateros” criados en los melonares. En estas fechas no faltaban en las casas de Lopera una orza de chorchos, un buen lebrillo de alcaparrones, curados con hojas de las parras, los camarones y por supuesto las sandías “dibujá” de las mejores, los higos que se metían en el cubo del pozo y se ponían fresquitos y los añorados melones “avispados”, “maduros”, “verdosos” o “blancos” que tanta fama dieran en otrora a Lopera. Algunas mujeres también hacían las típicas rosca de pan con ajonjolí en el horno de Enriqueta la del pan, que posteriormente se llevaban a las casas y se colocaban encima de las arcas y se tapaban con trapos de mano.
Por estas fechas con canasta en mano vendía patatas saladillas o “coscurretas” y barquillos Agustín Rosal Alcalá a perragorda el cartucho y el entrañable “Añelo” vendía pan de higo a “perra chica el trozo” (cociéndose los higos con hinojos y cáscaras de naranja) y las paciencias. Con anterioridad a la guerra llegó a vender el que fuera secretario del ayuntamiento Martín Alcalá García los típicos bollos de pan de higo en su domicilio de la calle Sagasta, 2. También tenía gran aceptación el puesto muy típico en la feria de los higos Chumbos de Miguel Ollero Bellido “El Rabio” que los vendía en una canasta a perra gorda la unidad con el siguiente reclamo:
“Dios te guarde higo chumbo
amigo de mi navaja
te corto cabeza y culo
y en medio te hago una raja
y te mando al otro mundo”
Otro puesto muy frecuentado en plena feria era el de arrezú procedente de la Verja que regentaba la familia de los “bellotos” que a perrilla te daban tres trozos o las churrerías delante del castillo que montaban Teresa Castro y Micaela Merino. Sin olvidar el tío trapero que con una canasta y un borrico recorría las calles de Lopera y cambiaba las gomas de los zapatos y zapatillas por platos, tazas y las típicas galletas alicantinas (alargadas rellenas de coco) con el siguiente reclamo:
“Si quieres que yo te cante
la copla de la Jacoba
me tienes que sacar antes
unas suelecillas de goma
Y que riquillas
que están mi galletillas
por una suela de goma
una galleta alicantina”
A lo largo del cálido y sofocante verano loperano, se preparan en las casas el típico ajo blanco, el “picaillo” y salmorejo (que a finales de los 70 y principios de los 80 del siglo XX, tuvo su máximo exponente con la creación de la Gran Orden del Salmorejo con sede en el cortijo del Saetal, en la que participaban una amplia representación de la cultura loperana y de la comarca, con la degustación de la tradicional “Salmorejada”, con recalque en torno a un rulo del antiguo molino aceitero) . Aunque no hay nada mejor para saciar la sed que un buen vaso fresquito de “zurra” con trozos de melocotón, vino blanco Herruzo, azúcar, rebanadas de limón, canela y gaseosa. No debemos ni queremos olvidar el placer de saborear un buen melón “escrito” loperano bien fresco o los helados y polos del tío Pepe, un señor de Villa del Río, que los vendía en el Paseo de Colón con el siguiente reclamo “helado de ratón tostao a perrilla”, en este mismo recinto eran célebres los helados de Antonia Santiago “La churripa” y los de almendra tostada que se podían adquirir en el kiosco del “Militar”. Paralelamente “Cristobicas” los vendía con una garrafa por las calles del pueblo. Posteriormente a la guerra destacaron los helados de “Los Valencianos” o los autóctonos de Pedro García Bellido e hijas “Moreno del Helado” y Pedro Antelo Teruel e hijo “Canastas”.
Agosto ha sido y aún lo sigue siendo el mes por antonomasia elegido por los novios para celebrar sus nupcias. Antiguamente se decía “nos casamos para la siega del tocino” o sea, antes de la aceituna. Mucho han cambiado las celebraciones, pues de las típicas invitaciones en casa de los novios a chocolate con macholones (masa de roscos), mojicones (galletas), besillos, plumillas, roscos de gloria, alargaditos y de beber refrescos de zarzaparrilla y el típico resoli o mitisanos (café y aguardiente) y el resoli de limón, se ha pasado a unos banquetes multitudinarios donde no se escatima de nada.
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