Juan Melero y Carmen Ruiz mantienen viva en Lopera la tradición de los Cascarones de Carnaval
Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera
Los cascarones de carnaval una costumbre muy arraigada en Lopera. En la localidad de Lopera se sigue manteniendo una rancia tradición heredada de padres a hijos, los cascarones de carnaval, que aún en pleno siglo XXI sigue siendo utilizada por los jóvenes de la localidad para cortejar. En estos días previos al carnaval algunas madres y jóvenes se afanan rellenado los cascarones de huevos con “picaillos” (papelitos pequeños de colores, ceniza o harina) que han ido guardando en cajas de cartón a lo largo del año y que servirán un año más para mantener viva esta vieja tradición de echarse y rociar de “picaillos” en sus cabezas unos a otros los típicos cascarones de carnaval. En el caso que sus madres no los hayan preparado, los niños pueden comprar sus cascarones para el carnaval y para ello el matrimonio compuesto por Juan Melero Artero y Carmen Ruiz Rosal siguen manteniendo la tradición y llevan varios meses preparando en su domicilio canastas y canastas de cascarones para venderlos en su puesto del Paseo de Colón a 10 céntimos de € la unidad. Los jóvenes ya están a la espera de elegir a la “victima” y reventarle el cascarón en la cabeza, la cual queda automáticamente rociada de “picaillo” de múltiples colores, harina o ceniza. Los cascarones de carnaval se utilizan tanto por niños para divertirse entre ellos o bien por los mozos o mozas “en edad de merecer” para cortejarse o simplemente para gastar una broma a cualquier persona. Cuando a la persona que se le echa el cascarón se le tiene “tirria” se le suele reventar en la cabeza un cascarón de pava que suelen ser más duros de textura y encima van rellenos de harina o ceniza de los braseros. La preparación de los cascarones es muy sencilla, tras extraer la yema y clara del huevo por un orificio pequeño en uno de sus extremos, se deja secar el cascarón y a continuación se rellena el mismo con “picaillo” (papelitos pequeños de colores, ceniza o harina) y por último se tapa le orificio abierto en uno de sus polos, con papel de periódico y de pegamento se utiliza una composición a base de agua y harina, llamada popularmente “gachuela”.
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