Miguel Pacheco Delgado, el último hojalatero de Lopera
Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera
En el popular Barrio del Humo o de San Cristóbal se encuentra ubicado el último taller de hojalatería de Lopera. El mismo está regentado por Miguel Acisclo Pacheco Delgado, un loperano que pertenece a la tercera generación de hojalateros que han existido en la villa. Miguel pasó su niñez con sus abuelos en el Cortijo de la Sociedad o Monteviejo propiedad de Alfonso Sotomayor, del mismo conserva grandes recuerdos del paisaje de viñedo que su abuelo guardaba y del despacho de vino “Monteviejo” que tenía en la propia casería y que vendía a granel a los caseros de los alrededores. A la escuela sólo fue cuatro años, pues a la edad de 10 años comenzó a trabajar como ayudante de hojalatero con su padre, el celebre Diego Pacheco Manterola, en el taller que tenía la familia en la calle Francisco Corazón y posteriormente en los soportales de la plaza del ayuntamiento. Por aquel entonces el trabajo en el taller familiar se ceñía a realizar cantaras para el aceite y la leche, canoas, ruciadoras, jarras, embudos para el vino y las típicas “jarrillas” que los niños llevaban a la escuela cuando daban los maestros la leche en polvo americano. Recuerda este entrañable loperano que cuando soldaba los pucheros y cacerolas, las gotas de estaño le quemaban los calcetines y se enfadaba con su padre, lo cual era aprovechado para irse rápidamente a jugar con sus amigos al campo de fútbol. Ya con 14 años llegó a montar el sólo todos los canalones del viejo Grupo Escolar, pues recuerda que su padre ya no podía subirse en los andamios y además le daba un poco de vértigo. Miguel considera el viejo oficio de hojalatero como muy digno y difícil, pues ante todo se necesita un buen maestro para tener un buen aprendizaje. Otro recuerdo que le viene a la memoria a nuestro hojalatero es que en la antesala de la Semana Santa, su padre tenía gran cantidad de trabajo haciendo canoas, jarras, ruciadoras, etc. para las 10 bodegas de vino que había en Lopera, lo cual era aprovechado por su madre y con las ganancias les compraba a cada uno de sus hermanos ropa y zapatos que estrenaban el Domingo de Ramos.
En los años 60 del pasado siglo al escasear el trabajo, la familia Pacheco se tuvo que trasladar a Barcelona, aquí estuvo Miguel trabajando durante 16 años como fontanero, en la electricidad y en el gas. Sin embargo en 1978 regresa a Lopera y monta un taller por su cuenta especializándose en la elaboración de canalones, canales maestras, regadores, jarras, embudos etc. de chapa galvanizada. Dentro de los utensilios que utiliza a diario Miguel destacan el soldador de cobre, agua fuerte, estaño, trapo mojado, rodillo, tijeras, plegadora, martillo, mordazas, alicates, mazo, etc. Sobre los canalones apunta Miguel que los mejores son los de chapa galvanizada, pues tienen más duración ante las inclemencias metereológicas y además no contaminan, aunque reconoce que el plástico le ha comido mucho terreno a la chapa galvanizada. Para hacer un buen canalón según Miguel se necesitan unas buenas herramientas y sobre todo saber realizar bien las soldaduras y los acoples de los chorros, además de saber colocar bien los codos, bajantes y las canales maestras, las cuales pueden ser cuadradas o de media caña.
En la actualidad Miguel Pacheco sigue realizando con gran maestría canalones, canales maestras en general y bajantes para las obras. También de vez en cuando sigue tapando algún que otro agujero de la olla o puchero que le lleva alguna anciana. En los inviernos a la luz de la lumbre se entretiene haciendo regadoras, recogedores y paletas para recoger las brasas de las chimeneas y entre pieza y pieza recuerda sus vivencias como hojalatero y su pasado como aficionado a los toros y aquella cogida (que marcó época) que tuvo en su última participación en las tradicionales capeas de la feria de los Cristos en el recinto de la Verja.
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