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José Luis Pantoja Vallejo

Juan Cerezo Acevedo. Una mala acción siempre la devolvía con una buena

Juan Cerezo Acevedo. Una mala acción siempre la devolvía con una buena

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

El pasado día 13 de febrero fallecía a los 76 el loperano Juan Cerezo Acevedo  y no pasa ni un sólo día sin que sea recordado por sus familiares y amigos, pues ante todo era una excelente persona, trabajadora y emprendedora que se desvivía por el bienestar de su familia. Juan  fue el más pequeño de  5 hermanos (Isabel, Felipe, Francisco, Catalina y Juan) y sus padres fueron Juan Cerezo Valenzuela e Isabel Acevedo Chiquero. Los tres años de Guerra Civil Española los pasó con su familia entre Torredonjimeno y Jaén. Sus estudios los realizó en el Colegio Francisco Giner de los Ríos. Muy  joven comenzó a trabajar en la Cooperativa La Loperana descargando costales de trigo durante el verano. El servicio militar lo hizo en Facina pueblo vecino a Tarifa, donde estuvo de mozo del Coronel y éste le ofreció quedarse a trabajar con él para toda la vida, pues lo quería como a un hijo. Después se marchó a Barcelona con su hermana Catalina donde trabajó en la seda e iba andando hasta el Prat para no gastar dinero y no paso mucho tiempo en tierras catalanas ya que no se adaptaba y regresó a Lopera en busca de sus animales y de su novia y sin avisar a su familia compró una manada de cabras y no tenía donde darles cobijo, entonces a su padre no le gustó  que las metiera dentro de su hogar y su hermano Francisco salió en su defensa para que siguiera trabajando en lo que el le gustaba que eran sus animales. En el año 1962 se casó con la mujer de su vida María Josefa Rueda Molina y fruto de su matrimonio nacieron tres hijos Isabel, Juan y Antonia. El resto de su vida se dedicó por completo a su familia y al cuidado de sus cabras y vacas. Más delante compró varias fanegas de tierras que dedicó a sembrarlas de algodón, siempre ayudado de  su esposa  y sus hijos. Disfrutó mucho el día que su hijo Juan inauguró su tienda de muebles y fue un gran asesor de todo lo que adquiría su hijo Juan, con el que tenía una unión especial.  Dentro de sus aficiones le gustaba mucho el cuidado de los palomos zuritos y con el dinero que sacaba de venderlos para el tiro pichón le llegó a comprar a su mujer una máquina de coser y un frigorífico. También le gustaban los colorines y canarios y llegó a tener en su casa un voladero de pájaros tropicales. Dos días antes de morir su hija Isabel le llevó un canario al hospital y le dijeron ¿para que quieres este canario tan feo? Y dijo más feo era Valderrama y mira que bien cantaba.   Fue un gran devoto de Santa Ángela de la Cruz y de San Isidro del cual llegó a ser Hermano Mayor. Le apasionaba charlar con sus amigos entre ellos estaban Gonzalo Melero, Diego Alcalá, José Alcalá “Pepín”, Joselillo “el conchuo” Fue un gran colaborador del Cronista Oficial, en la recuperación de la historia y las tradiciones de Lopera, ya que tenía una prodigiosa memoria. No tenía nada suyo, todo lo compartía y les enseñó a sus hijos el tratar a todas las personas con el mismo respecto. Conoció  en vida a sus tres nietos (Juan, Joaquín y Beatriz)  con los que le gustaba jugar y pasar buenos ratos, aunque su ojito derecho era su nieto Juan. Fue una persona que no era rencorosa, pues una mala acción siempre la devolvía con una buena. Fue un hombre muy querido y respetado en el pueblo, amigo de sus amigos, de los cuales presumía de tener muchos. Su  memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes.

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