Pregón de la Semana Santa de Lopera 2016 pronunciado por Benito Javier Alcalá Santiago.
Por José Luis Pantoja Vallejo
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PREGÓN DE SEMANA SANTA LOPERA 2016
“Algún día, amigo Benito, tú también serás pregonero de la Semana Santa de Lopera”. Fueron las palabras de uno de los primeros pregoneros de nuestra Semana Santa, persona muy especial para mí y que desgraciadamente ya no está entre nosotros, mi buen amigo Alfonso Cruz Carmona, para él va mi primer recuerdo de la noche.
Pues bien, ese día ha llegado y hoy me toca a mí pregonar nuestra Semana Santa y recordar todas esas vivencias que desde niño marcaron mi sentir cofrade.
Quiero dar las gracias a Basi Cruz Rosal, como Presidenta de la Agrupación de Cofradías, por esa presentación tan bonita y entrañable que ha realizado sobre mi persona.
Es para mí un gran orgullo ser el pregonero de nuestra Semana de Pasión, por eso quiero en primer lugar saludar a nuestro párroco Don Manuel, y agradecer a la Presidenta y miembros de la Agrupación de Cofradías la confianza depositada en mí, espero no defraudarles.
Queridos paisanos, autoridades, señor cura-párroco y presidentes de cofradías y grupos parroquiales, buenas noches y bien venidos.
Como hermano de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, donde mi abuelo Pedro me apuntó al poco de nacer, siempre he vivido muy de cerca la Semana Santa. En mi casa, entre preparativos de túnicas y comidas de cuaresma, mis padres, Benito y Ana Mari, me inculcaron el amor y devoción por la Semana Santa.
También se notaba en el vecindario como las casas resaltaban su blancura, los patios se llenaban de flores y el olor a primavera anunciaba la primera luna, ya estaba cerca la pasión y muerte de nuestro Señor.
Con la Cuaresma comienza el tiempo litúrgico destinado a la preparación espiritual de la fiesta de la Pascua. Se trata de un tiempo de purificación y conversión, de ayuno y abstinencia y como no, de acercamiento a Jesús. Son cuarenta días en que acompañamos a Jesús en el recorrido hacia su Pasión, Muerte y Resurrección.
Cuarenta es un número simbólico que nos recuerda los cuarenta días y cuarenta noches que pasó Jesús en el desierto en ayuno y oración. Así como los cuarenta días que pasó Moisés en el Sinaí, los cuarenta años del pueblo judío en busca de la tierra prometida. Y podríamos añadir las cuarenta horas desde la muerte de Jesús en la cruz hasta el amanecer del Domingo de Resurrección.
La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza, la ceniza, nos recuerda nuestra pequeñez, nuestra fragilidad, que “polvo somos y en polvo nos convertiremos”. Recuerdo que de pequeño iba con mi madre a misa para que el sacerdote nos impusiera la ceniza en la frente mientras pronuncia las palabras "Conviértete y cree en el evangelio". Expresión que exige de cada uno de nosotros el saber respetar la dignidad del hombre como la respeta Dios.
La iglesia en este tiempo de penitencia y reflexión nos propone el ayuno, la oración y la caridad como medios para tener una buena conversión y dar sentido a la Cuaresma, hecho que se reflejaba en mi casa, entre otras cosas, respetando el no comer carne los viernes.
En la actualidad, más que el simple ayuno de comida, se trata de ayunar de la comodidad, de tener una vida fácil, del placer por el placer. Y sobre todo, se trata de ayunar del poder, del egoísmo, de la insensibilidad e inhumanidad.
Es ayunar de competitividad y beneficios a costa de otros; de las formas de proceder del mundo y de los reinos construidos con la acumulación de bienes a costa de las enormes necesidades de otros.
Desde muy pequeño recuerdo la ilusión de vestir mi primera túnica, y el amor con el que mi abuelo Benito me hizo mis primeros cordones. También, como cogido de la mano de mi abuelo Pedro, gran cofrade, íbamos a casa de los Consiliarios y Hermano Mayor donde cogíamos los famosos garbanzos tostados, que por cierto, a mí no me gustaban mucho. A continuación los acompañábamos hasta la ermita de Jesús para iniciar la procesión acompañados por nuestra querida banda de tambores y cornetas “Juan Alcalá” que siempre puso sonido a nuestras procesiones, a él dedico estas líneas en agradecimiento a su trayectoria musical.
Por otro lado mis vivencias de la Semana Santa han estado y están ligadas al Coro Parroquial del que empecé a formar parte con trece años y en el que aún hoy continúo. Nunca olvidaré las muchas horas de ensayo junto al resto de componentes dirigidos por mi amigo Alfonso Cruz Carmona.
Unas semanas antes empezábamos a preparar los cantos para el Domingo de Ramos, cantos con los que los niños hebreos salieron al encuentro del Señor aclamando ¡Hosanna en el cielo!. Sí estamos en el Domingo de Ramos, día en el que el Señor a lomos de un pequeño borrico hace su entrada triunfal en Jerusalén y es recibido con palmas y ramos de olivo aclamado por todo el pueblo.
En Lopera, fue mi amigo y párroco Don Martín quien adquirió el paso de la Borriquita para que Lopera tuviera también su procesión el Domingo de Ramos, imagen que luce la palma elaborada con mucho cariño y esmero por Basi Cruz Melero, una verdadera obra de arte.
Este domingo, en el calendario festivo loperano, es especial por el dicho popular que dice “El Domingo de Ramos a quien no estrena se le caen las manos, y quien estrena se condena”, fieles a este dicho la gente luce sus mejores galas y verdaderamente le dan esplendor a la fiesta.
Metidos ya de lleno en el Lunes Santo y arrepentidos de nuestros pecados, hacemos examen de conciencia y confesamos para caminar junto a Jesús hacia un Martes Santo donde la noche, entre cirios y nubes de incienso, cubre el rostro de Jesús Amarrado a la Columna, preciosa talla del imaginero Amadeo Ruiz Olmos, que nos presenta a un Jesús dolorido tras ser brutalmente torturado por sus verdugos.
El silencio, acompañado del luto riguroso de los fieles, desgrana un vía crucis donde Jesús crucificado pasea por las calles de Lopera a hombros de los jóvenes, silencio, que a lo largo del itinerario, sólo se interrumpe para leer las catorce estaciones.
En los últimos años ha cambiado la forma de llevar los pasos, me viene a la memoria como las imágenes eran procesionadas en carros con ruedas y como me iba, al menos una hora antes de empezar la procesión, hacia la ermita de Jesús para poder coger uno de sus manguitos y empujar el carro. Posteriormente pasaron a ser llevadas a hombros, con lo que unos días antes quedábamos para ensayar.
Actualmente se ha dado un gran salto y la mayoría de los pasos son llevados a costal, por cierto de forma maravillosa, gracias al esfuerzo y a las muchas horas de ensayo de su costaleros, vaya desde aquí mi más sincero reconocimiento y admiración por su constancia y dedicación.
Atardece el jueves Santo, en el horizonte el sol se pone, preludio de la última cena de nuestro Señor, que se reúne con sus discípulos en el Cenáculo. Antes de partir el pan y bendecir la mesa, lava los pies a sus apóstoles como gesto de humildad y con el que pretende enseñarles que él ha venido a servir y no a ser servido.
Es el día del amor fraterno y Jesús nos enseña un nuevo mandamiento, que debemos “amarnos los unos a los otros como él nos amó”.
Una iglesia llena, canta el coro parroquial y comienza la gran liturgia del Jueves Santo, se rememora la Institución de la Eucaristía en la celebración de los Santos Oficios, en los que el sacerdote conmemora ese gesto de Jesús y lava los pies a doce miembros de la comunidad cristiana que asiste a ellos vestida de gala.
Finalizados los Oficios, recuerdo que salía a toda prisa para mi casa para cambiarme y ponerme la túnica, antes ya había avisado a mis padres “Que no os paréis cuando acabe la misa” ya que mi padre me ayuda a ponerme los cordones, bueno en realidad, me los pone él.
Estas prisas eran porque antes el Jueves Santo posesionaba el Señor Amarrao a la Columna, y yo, como cofrade, salía en la procesión. Actualmente sale la imagen de Jesús Cautivo, San Juan Evangelista y María Santísima de la Esperanza, talla esta realizada por nuestro paisano Juan Manuel Pérez Alcalá “El Rubito”.
Llegado el momento, Jesús se retira a orar al Huerto de los Olivos donde con un beso de traición Judas lo entregará, al precio de treinta monedas de plata. A continuación es llevado ante Caifás y posteriormente ante Pilatos que, después de mandar azotarlo y no encontrarlo culpable, lo presenta al pueblo que lo condena a morir en la cruz, aun siendo inocente.
Entre los naranjos de la lonja de Jesús y ante las atentas miradas de un pueblo que espera para ver el rostro de Cristo roto por el dolor y coronado de espinas, abandonado por los suyos y seguido sólo por el discípulo amado y su madre, llena de esperanza y pena, camina el Cautivo hacia un amanecer de Pasión.
Al despuntar los primeros rayos de sol del Viernes Santo, Nuestro Padre Jesús Nazareno en su camino al calvario, con su cruz acuestas, es procesionado a costal por las calles de Lopera, “chicotá a chicotá”, tras varios meses de duros ensayos, Jesús se acerca lentamente para cumplir su destino. Al llegar a la plaza de San Roque se encuentra con su madre la Virgen de los Dolores, es indescriptible la emoción y silencio con el que se vive este momento. Tras el encuentro Jesús reanuda su marcha y se escucha la saeta de mi gran amigo Francisco Martínez:
“Se cruzaron las miradas
la Virgen rompió a llorar
y Jesús bajó la cara
con el alma destrozá.
Caminito del calvario
bajo el peso de la cruz
caminando muy despacio
va Nuestro Padre Jesús.
Túnica de oro fino, filigranas de pasión, sobre un monte de claveles, van los pies descalzos del cordero inocente que entrega su vida para salvar a la humanidad. Lágrimas sin consuelo de una madre que acompaña a su hijo hacia la cruz. Siete puñales atraviesan su corazón y ella acepta la voluntad del Padre.
Una vez Jesús ha llegado al Calvario, es clavado en su cruz junto a otros dos malhechores, es la tarde del Viernes Santo y tras los Santos Oficios se abren las puertas de la parroquia y aparece la cofradía del Cristo de la Expiración y la Soledad para hacer su estación de penitencia. Jesús es clavado en su cruz bajo la atenta mirada de su madre María Santísima del Calvario y el discípulo amado San Juan. Siete palabras claman al cielo “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu” y el velo del templo se rasga en dos, la tarde se oscurece y después de unas interminables horas Jesús expira y muere en la cruz, cumpliéndose así la escritura.
Dos hileras de mantillas y velos negros acompañan a María Santísima de la Soledad, silencio y respeto ante el mayor dolor que puede soportar una madre, ella con el rostro pálido y su mirada al cielo, anuncia que la muerte no tiene la última palabra.
Tras ser bajado de la cruz Jesús es llevado a un sepulcro, es Viernes Santo por la noche, procesiona en Lopera el Santo Entierro, Jesús es portado a hombros en su caja, acompañado por el ronco sonido de unos tambores y bajo un silencio imponente, tras él camina triste, su madre La Virgen de los Dolores.
Nazarenos sin capa, velas encendidas, miradas que se pierden ante el rígido y frío cadáver de Jesús, todo parece perdido y sin sentido pero la sangre derramada dará fruto en abundancia.
Con una gran piedra es sellada la entrada del sepulcro donde permanecerá el cuerpo de Jesús durante tres días esperando la gran Vigilia Pascual donde las campanas repican a gloria porque Cristo ha resucitado, es la noche de la luz, es la noche Santa donde Cristo vence a la muerte, ¡Aleluya!
El domingo de Resurrección, es por excelencia el día más importante para los cristianos, se cuida cada detalle, cada símbolo, la iglesia, adornada por María Alcalá, rebosa de velas y flores que ella pone con mucho cariño. Es el día de la Pascua de Resurrección y todos nos felicitamos y nos gloriamos de la victoria de Jesús.
Pero todo este ajetreo de estos días de procesiones, no sirve de nada, si durante el resto del año no nos acordamos de acompañar a Jesús, si no participamos de la vida de nuestra parroquia.
En definitiva un buen cristiano y cofrade no debe quedarse con lo más superficial de la Semana Santa y limitarse sólo a recordar a Cristo en estos días, por eso quiero animaros a que asistáis además de a las procesiones también al resto de actos religiosos que se celebran en nuestra parroquia a lo largo de todo el año.
Recordad que este año celebramos el año de la misericordia, aprovechemos esta Semana Santa para “Ser misericordiosos como el Padre”.
Para finalizar quiero dedicar este pregón a mi familia, y en especial a mis padres Benito y Ana Mari, que me inculcaron la fe de la iglesia, y también quiero dedicarselo con mucho cariño, a mi esposa Mariana, y a mis hijos Jesús y Julia.
Buenas noches, gracias a todos por la atención que me habéis prestado y que tengáis una buena Semana Santa.
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