Reportaje al loperano Antonio Ángel Peña Sanz en Diario JAEN. Pianista y loperano de corazón
Por José Luis Pantoja Vallejo
Ya apuntaba maneras cuando jugaba a imitar desfiles procesionales en los calurosos veranos de Lopera. Enamorado de las tradiciones, de la música y de los rincones que lo vieron nacer, no hay fiesta a la que falte ni acontecimiento religioso en el que brille por su ausencia. Antonio Ángel Peña Sanz lucha por otorgar a cada acto la solemnidad que merece. Su implicación altruista en la vida social de su tierra no tiene límites. Es capaz de dejar a más de un vecino con la boca abierta solo con la habilidad de sus manos. Arte en estado puro que provoca sentimientos capaces de unir a todo un pueblo. Tiene 26 años y una formación exquisita modelada a base de esfuerzo y trabajo. En Jaén aprendió a tocar el piano y en Granada cerró el broche de la perfección. Fueron duros años en los que compaginó la educación musical con Magisterio hasta exprimir el último minuto. Mereció la pena tanto sacrificio. Fue una verdadera prueba de fuego que consiguió aprobar con una excelente nota. Lo que ocurre es que la crisis mermó las posibilidades de lograr una plaza como docente, una vocación que mantiene intacta y por la que promete batallar como un jabato.
Este año se cumple una década de su primer concierto en solitario. Fue, precisamente, en la Casa de la Cultura de Lopera, algo inolvidable. A partir de ese momento se abrió un abanico de posibilidades que lo llevaron a convertirse en un referente en el municipio. Gran parte de “culpa” tiene su gran amigo Francisco Martínez, un cofrade con el que comparte mucho más que el amor por San Roque. Gracias a él toca el órgano de la parroquia y porta la imagen patronal en momentos irrepetibles de su vida.
Tiene el 14 de septiembre perfectamente señalado en el calendario. Ya es un clásico que, en el día de Jesús, los loperanos se detengan en la puerta de su casa para deleitarse con las notas que nacen de las teclas de su piano. Se trata de una noche mágica en la que el ambiente propicia la convivencia vecinal y regala sentimientos imposibles de explicar con palabras.
Antonio Ángel Peña presume de ser cofrade de la Virgen de la Cabeza de Lopera. Colabora con su coro romero y da rienda suelta a esa afición desmedida por la guitarra que heredó de su abuelo paterno. En la cofradía de la Amargura de Jaén también es santo y seña. Perteneció, durante diez años, al coro de la parroquia del Salvador y nunca podrá olvidar aquel día que compuso una Salve solemne a María Santísima, en el veinticinco aniversario de su bendición.
Activo, responsable y buena gente, tiene su corazón “partío” entre dos tierras, una en la que nació y otra en la que creció, dos lugares en los que es feliz acompañado de su familia.
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