El Maestro Herrero, Rafael Hueso Artero y su Violín de chapa.
Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera
Un violín con mucha historia. Corría el año 1950 cuando el maestro herrero loperano Rafael Hueso Artero (Lopera 1907-Barcelona 1979) decidió realizar en su taller sito en la calle Jardines un violín con el que poder participar en las serenatas que cada noche se les daban a las jóvenes del pueblo. Pero aquel violín era un tanto especial ya que el material que utilizó para su confección fue la chapa que había en su taller. Fue todo un reto para este apasionado de la música, el poder hacer un instrumento con este material y que luego sonara bien. En la confección del mismo le ayudó su hijo Rafael Hueso Torres y con gran paciencia y una destreza asombrosa logró su objetivo de hacer un violín con chapa que fue la admiración de todos los loperanos. Para la elaboración del mismo utilizó la chapa en el armazón central, también utilizó madera de nogal para el mástil y madera de encina para los terrojos. Le colocó sus cuerdas y el arco del violín lo hizo de una varilla de una sombrilla y los pelos de la cola de los caballos. Tras muchas horas de duro trabajo y empeño dio por finalizado el instrumento en su nuevo taller sito en la calle Sabariego. En ese mismo verano llegó a participar en las serenatas de las jóvenes loperanas con sus amigos Paco “El Churripi” que tocaba la guitarra, “El Artista” que tocaba la bandurria, “El Chato chaparro” que tocaba la flauta y Rafael Hueso “El Niño herrero” con su violín. También participó con otro grupo de loperanos entre los que se encontraban Juanito Ruedas y los Hermanos Pedro y José Morales. Es recordado así mismo su participación en la Fiesta del Vino que realizó las Bodegas Sotomayor en 1954, repartiendo vino por todas las calles de Lopera entre el sonido del violín de Rafael Hueso y otros instrumentos improvisados (canoas, ruciadores etc). Fue todo un lujo tener en las serenatas un violín, que alguien lo tocara y además que tuviera un buen sonido. Fue la delicia de todas las jóvenes y menos jóvenes de Lopera. Pasó el tiempo y nuestro maestro también realizó una bandurria con una sartén, que sonaba muy bien. Con el paso del tiempo Rafael se marchó a Barcelona, pero siempre llevó consigo su violín, allí murió y allí se conserva en casa de uno de sus hijos este instrumento que marcó época en Lopera y que bien podría regresar al pueblo y poder formar parte de un futuro museo de artes populares, pues historia y buen sonido no le faltan.
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