Alberto Muñoz Hidalgo, una institución en el arte de podar la viña en Lopera se jubila.
Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera
Hace unos meses se jubilaba Alberto Muñoz Hidalgo, un loperano, formado y curtido en el campo, el cual pertenecía a la última generación de podadores de viñas. A este buen hombre le enseñó a podar las parras su padre Manuel Muñoz Torres, cuando apenas contaba con 13 años y fue en la viña de “los Cerezos”, que como otras muchas en la actualidad se encuentran plantadas de olivos. También quedó impreso en su memoria como le pagaron 35 pesetas por estar podando de sol a sol. Según nos comentó Alberto Muñoz, el oficio de podador tiene un misterio hasta que se aprende y requiere un par de años de aprendizaje para no dañar la cepa. Alberto quiso recordar en este recorrido por su dilatada vida en la viña como en cierta ocasión un aprendiz, quiso hacerle a la cepa un realce y le cortó todas las yemas que tenía el tallo en la parte de arriba y le dejó sólo las yemas de la parte de abajo, entonces se le acercó el capataz y le preguntó ¿Qué es lo que pretendes hacer? A lo que contestó el aprendiz: pues un realce, y acto seguido el capataz le contestó con tono burlesco: yo diría que más bien se trata de un rebaje. Alberto recuerda con nostalgia los tres meses que suele durar la poda, pues se inicia en diciembre y se prolonga hasta primeros de febrero. Según nuestro maestro de poda, un buen podador puede podar al día hasta 400 cepas. Recuerdos imborrables para nuestro podador cuando había en Lopera casi 500 hectáreas de viñedo de la variedad Pedro Ximénez, que daban trabajo a más de 100 podadores durante 40 días y ahora todo ha quedado reducido a unos 38 hectáreas en las que trabajan 5 podadores durante unos 35 días.Según Alberto Muñoz hay varios tipos de poda, aunque la que mejor conoce y practica es la llamada “poda al casco”, que consiste en cortar todos los sarmientos hasta dejar la cabeza de la parra completamente redonda. Otro tipo de poda es el de “varilla” que consiste en dejar a la cepa con varios brazos o guías. Nuestro maestro se vale fundamentalmente para podar (hace unos meses realizó su última campaña de poda), de unas tijeras de dos manos que estén bien afiladas con piedra de asperón. Como curiosidades, quiso Alberto recordar algunas técnicas que ya no se utilizan en la poda de las vides: una consistía en que cuando se podaba una parra, a continuación iba un operario detrás dándole a los cortes con una brocha impregnada con sulfato de hierro, para que el corte no fuese dañado por el frío o el calor. El sulfato de hierro también se utilizaba como remedio a una enfermedad llamada “loca” que sufren las cepas, que hacen que parte de la parra se seque y no produzca. Otra técnica antigua para que la parra diera más fruto era “hacer un palomo”, que consiste en coger un sarmiento largo desde la cabeza de la cepa y con el mismo hacer una especie de arco hasta meterlo en la tierra con el misterio de que la punta del sarmiento tiene que quedar a la intemperie. A nuestro podador le ha gustado desde siempre más la vid que el olivo, pues personalmente cree que es más rentable la uva, ya que mantener una viña tiene menos coste que el olivar. Y apunta como única salida al viñedo loperano, el crear una Cooperativa vitivinícola y recuperar la “Mención de Vinos de la Tierra” para los mostos de Lopera. Mientras ese deseo de futuro llega, nuestro podador ha cumplido fielmente con su trabajo y ha contribuido durante muchos años para que Lopera siga siendo “santo y seña” de los vinos de Jaén. Gracias amigo Alberto y tienes más que ganado un merecido descanso después de pasar toda tu vida en los Pagos de las Cuarenta y de las Niñas Muertas mimando en las frías mañanas de invierno las cepas para que en primavera se vuelvan a poblar de verdes ramas y fruto, para que a mediados de agosto se vuelvan a recolectar y tras pasar por el lagar se transforme en ese líquido que hizo suspirar a los dioses.
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