Anécdotas y canciones en torno al Vino Dulce de Lopera
Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera
En este pequeño trabajo nos haremos eco de algunas curiosidades y anécdotas que se han ido generando a través de los más de 60 años de historia del vino dulce en la villa de Lopera, que de paso hay que resaltar que fue y es el único pueblo de la provincia de Jaén donde se han elaborado y se siguen elaborando vinos dulces.
Comenzaremos nuestra andadura con una tradición un tanto peculiar que se impuso en los años 30 del siglo XX, que era que había madres- sin duda con buena fe y por ignorancia- que a los niños llorones, después de la papilla, les mojaban el chupete repetidas veces en Vino Dulce Pedro Ximénez, para que los niños durmiesen “sin dar un ruido”. Y supongo que lo conseguirían como ustedes supondrán el “por que” de la medicina. Pues aún así los niños crecían sanos y alegres, muy sonrientes, hacían sus palmitas y hasta salían andando antes del tiempo.
Otra tradición un tanto extraña era que cuando una persona estaba ya moribunda se le solía dar una copita de vino dulce, con un significado un tanto irónico como era el pensar que este vino serviría para endulzar el mal trago que se le venía encima y de paso para alegrar el viaje que le esperaba al moribundo.
En torno a las Paseras de uvas Pedro Ximénez, también se vivieron algunas anécdotas dignas de mencionar, como aquella que sucedió una noche del mes de septiembre, cuando un grupo de jóvenes muchachas decidieron ir a hurtar uvas pasas, con tan mala fortuna que fueron sorprendidas “in fraganti” por el guarda de la pasera, el cual a voces les decía con un tono irónico: “muchachas si uvas me queréis robar antes me tenéis que calentar”. Curiosamente las capachetas de las paseras fueron utilizadas por miembros del ejército republicano como improvisadas camas en la batalla de Lopera en plena Guerra Civil Española.
En uno de los despachos de vino que había en Lopera ubicado en el Llanete de Orgaz, que pertenecía a las Bodegas Valenzuela, se vendía el vino blanco a 30 céntimos el litro y si te echaban un chorreón de dulce para que tuviera mejor paladar entonces valía 35 céntimos. Acto seguido el dependiente llamado Felipe Lara, hacía girar una manivela de una caja registradora y te daba un ticket, cuando juntabas 10 ticket, los podías canjear por un litro de vino gratis (era una manera de incentivar la venta de vino).
Las ventas de vino dulce en la localidad no eran muy grandes al valer el litro de vino dulce el doble que el vino blanco y se solían limitar a las que se hacían cuando había una boda, que se compraba vino dulce para las mujeres, también se vendía el vino dulce para decir misa y para abrir las ganas de comer.
En cuanto a las rotulaciones que se solían hacer en las botas de vino dulce destacó una que se suele aún decir en la localidad que decía así:
“tengan en cuenta señores
que el que bebe de este vino
el mejor de los mejores
no se va con Tomas del Pino” (era el enterrador)
Otra curiosa anécdota ocurrió en las Bodegas de Alfonso Sotomayor, que existían en el Castillo de Lopera. Su dueño Alfonso Sotomayor Valenzuela, tenía la costumbre de que a todos los buenos clientes que se acercaban al despacho del castillo para comprar vino en garrafas, les invitaba a una copa de vino dulce.
Así decía a Manuel Clemente Cámara, que atendía el despacho de vinos, una vez que terminaba de llenar todas las garrafas:
“Manuel invita a este señor a una copa de vino dulce, que tiene el alimento de un huevo frito”.
Otra muy curiosa ocurrió cuando en cierta ocasión vinieron a Lopera unos representantes de muebles para mantener una reunión con los miembros de la Cooperativa Loperana del Mueble (COLOMU). Tras finalizar la misma fueron a visitar las Bodegas del Castillo y se interesaron por el edificio que albergaba las mejores soleras, es decir la tercia baja. Entonces, Juan Clemente se las enseñó gustosamente y les ofreció de beber de la popular “sacristía” (cachón de varias medias que contenían vino viejo y Pedro Ximénez dulce). Tras probar aquel delicioso manjar uno de ellos se sacó el pañuelo del bolsillo y lo roció de vino dulce, diciendo que era para conservar el extraordinario olor que desprendía, que a su juicio:
“resucitaba a los propios muertos”
Por último nos haremos eco de una canción que se compuso a los vendedores de vino dulce de Lopera, los cuales solían bautizar más de lo normal el vino con agua. Con la misma se pretendió dar publicidad a las bodegas y de camino resaltar lo importante que era el comprar el vino en la bodega si no querías que te metieran “gato por liebre”.
“Señores voy a contarles
la verdad en breve tiempo
de todos los vendedores de vino dulce
que habitan en este pueblo.
Primero comenzaré con los taberneros
que bautizan el vino dulce
con capeche bueno
y también lo bautizan
con agua del tiempo.
y así se emborrachan los hombres tan prestos.
Cobran la copa muy cara
ellos se cuidan muy bien
todo sale del borracho
y de todo el que va a beber.
Cuando se emborrachan
del Pedro Ximénez
pierden el sentio
entonces el tabernero
hace el buen avío.
La pluma se gasta
de tanto sumar
y lo que les piden
le tienen que dar.
Por suerte amigo mío
en las Bodegas Valenzuela
puedes encontrar muchos toneles
repletos de dulce Pedro Ximénez.
Sin capeche, y sin nada de agua
y por sólo una peseta y 45 céntimos
te sirven un buen litro
y derechito para la casa.
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