Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera
La vida de un ex guardia civil reconvertido en zapatero remendón. Agustín Rosal Alcalá es un loperano de 72 años, que ejerció como Guardia Segundo en el cuerpo de la Benemérita durante 18 años en los destinos de Palamós (Gerona), y en provincia de Jaén en Pontones y Porcuna. Al jubilarse como Guardia Civil, trasladó su residencia a Lopera. Viendo que con la exigua paga que le había quedado no llegaba a final de mes, decidió montar un pequeño taller de zapatería de no más de 4 metros cuadrados, ubicado en la parte trasera de su casa. Agustín Rosal proviene de una familia de zapateros de Porcuna, ya que su padre Juan José Rosal Rodríguez era aficionado y un tío suyo era zapatero. Siendo Guardia Segundo perfeccionó el oficio de zapatero en Palamós y en Porcuna en el taller de la calle La Monja que regentaba “Josillo” el zapatero. Estos conocimientos le vinieron como anillo al dedo para poder ejercer el oficio a su vejez. Con las chapuzas que ha ido haciendo en los últimos años ha encontrado en este viejo oficio un estímulo que le ayuda a pasar el día y de paso ganarse unos euros con los que suplir la paga. Agustín recuerda con nostalgia el gremio de zapateros que habían en Lopera que llegó a ser de algo más de una docena con sus correspondientes aprendices y ahora en la actualidad sólo se dedican a este oficio tres. Sobre el trabajo nos comenta que ahora hay muy poco, pues hoy nadie arregla el calzado, ya que prefieren tirarlos y estrenar unos nuevos. También hace hincapié en el uso extendido del pegamento en el arreglo de las tapas de los zapatos y botas, que ha traído consigo una disminución del trabajo. En sus comienzos como zapatero arreglaba mayormente botas del campo y recuerda que llegó hacer unos cabos de hasta 20 hebras de cáñamo para coser las medias suelas con las leznas y con los utensilios de la zapatería como los tirapiés, hormas (para ensanchar el calzado), martillo de batir, tenacillas, tijeras, alicates, puntas, remaches, ojetes, taladro, la pulidora etc. Al calor de un brasero de ascuas, entre pespunte y pespunte con la lezna fina y las manoplas cosiendo un remiendo en una bota nos cantó aquella canción dedicada a los zapateros que dice:
“zapatero remendón, zapatero
apáñame el calzado con salero
y tápame este agujero,
que por la noche tengo frío en el dedo”
De siempre Agustín Rosal ha tenido en las personas mayores una clientela fija, pero en los últimos años ha habido un descenso de trabajo que ha sido suplido por las nuevas generaciones que al utilizar calzados con tacones de lápiz se le caen pronto y acuden a nuestro zapatero Agustín para que les ponga unas tapas nuevas. Sin embargo Agustín se lamenta que el viejo oficio de zapatero tiene los días contados y si nadie lo remedia pasará pronto a formar parte de los oficios que sólo existen en la memoria. Mientras esto ocurre aún podemos hacer una visita para conocer de cerca el viejo oficio del zapatero remendón.
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