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José Luis Pantoja Vallejo

Enrique Garrote Wencelá. Fue un hombre adelantado a los tiempos en los que le toco vivir.

Enrique Garrote Wencelá. Fue un hombre adelantado a los tiempos en los que le toco vivir.

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

El próximo día 28 de febrero se cumplirá el segundo aniversario de la muerte del loperano Enrique Garrote Wenceslá y no pasa ni un sólo día sin que sea recordado por sus familiares y amigos, pues ante todo era una buena persona, trabajadora y emprendedora que se desvivía por el bienestar de su familia. Enrique fue el mayor de dos hermanos y sus padres fueron Manuel Garrote Sánchez y Carmen Wenceslá Moreno. Los tres años de Guerra Civil Española los pasó entre Porcuna y Lopera, hecho este que le dejó muy marcado, al vivir de cerca todos los pormenores que rodearon a  la Batalla de Lopera en las navidades de 1936. En plena guerra Civil empezó a trabajar como arrumbador en las bodegas Valenzuela y posteriormente en las bodegas Sotomayor sitas en el castillo de Lopera. En 1940 se casó con la mujer de su vida Gabriela Hidalgo Morales y fruto de su matrimonio nacieron cuatro hijos, Esperanza, Paqui, Manuel y Maria del Carmen, falleciendo los dos últimos con temprana edad. En 1943 comenzó a trabajar en las bodegas de Antonio Bujalance y montó un bodegón llamado “El Realillo” donde hicieron famoso el vino “El Mío”, el cual se vendía la copa de vino a 25 céntimos de las antiguas pesetas. En 1950 montó el Casino “La Sociedad Deportiva”, donde eran célebres sus bailes de carnaval y Enrique era el encargado de la repostería. Con sus amigos Francisco Medina Bellido y Juan Criado Martínez montó más tarde un bodegón que llamó Vino La Rosa. Enrique fue un hombre muy polifacético y durante más de 25 años fue el administrador y comprador de aceituna en la provincia de Jaén y Córdoba para la empresa Campanario de Montoro (Córdoba). Dentro de sus aficiones le gustaba la caza, los toros y sobre todo charlar con sus amigos (Eduardo Martínez, Benito Bellido, Manuel Quero, Manuel Santiago, Benito Herrero, Manuel Palomo, Diego Manchado, Manuel Bueno, Juan Daza y su sobrino Luis Robles entre otros muchos) en las célebres tertulias que se montaban en la puerta de su entrañable bodeguilla, donde invitaba (nunca cobró a nadie) a todo el que acercaba a visitarla a una copa de vino Old Sherri que el mismo elaboraba a partir de unas viejas soleras que conservaba con gran mimo. En esta bodeguilla que tenía convertida como un pequeño museo han quedado para siempre todos sus recuerdos: su colección de relojes, fotografías, llaveros, carteles de toros y donde llamaba a atención de todo el visitante el millón de vitolas de los puros que se fumo nuestro entrañable Enrique. Fue un gran colaborador del Cronista Oficial, en la recuperación de la historia y las tradiciones de Lopera. Fue un hombre adelantado a los tiempos en los que le toco vivir. No tenía nada suyo, todo lo compartía y les enseñó a sus hijas el tratar a todas las personas con el mismo respecto. Conoció  en vida a sus tres nietos y tres biznietos con los que le gustaba jugar y pasar buenos ratos. Fue un hombre muy querido y respetado en el pueblo, amigo de sus amigos. Fue fino y elegante hasta en el lecho de muerte. Sus restos reposan como el quería en su querida Lopera. Su persona siempre estará presente como un grato recuerdo en los corazones de los suyos.

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