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José Luis Pantoja Vallejo

Breve biografía de la religiosa loperana Sor Ana de San Gabriel (Lopera1566-Andújar 1620)

Breve biografía de la religiosa loperana Sor Ana de San Gabriel (Lopera1566-Andújar 1620)

Por José Luis Pantoja Vallejo

De  la Villa de Lopera han salido numerosas personas que entregaron su vida a Dios ingresando en distintas órdenes religiosas a lo largo de la historia, basta recordar  al Jesuita Bernabé Cobo Peralta (Lopera 1582 - Lima 1657) el Fraile Dominico Fray Francisco de la Cruz García Chiquero (Lopera 1529 – Lima 1578) el Carmelita Juan de San Basilio[1] (Lopera 1567 – Corella 1617)  y curiosamente su hermana la Clarisa Ana de San Gabriel (Lopera 1565-Andujar 1620) de la cual nos ocuparemos en este pequeño trabajo. De la misma sabemos que nació un 13 de Febrero de 1565[2] siendo la primogénita de una familia pudiente, sus padres fueron Juan de Montoro (Regidor de la Villa de Lopera) y Juana Martínez. La partida de bautismo dice textualmente así:

“Juana. Martes en trece del dho. mes baptizo el Prior a Juana hija de Juan de Montoro y de Juana Martínez su muger, fueron sus padrs. el Maestro Cañete y Catalina López beata de Majuelos. Frey Diego Gallego”[3]

Juana de Montoro Martínez (Sor Ana de San Gabriel) ingresó a los 15 años en el Convento de Santa Clara de Andújar, donde pasó su vida de oración y entrega a Dios hasta la edad de 54 años que murió.

De la Crónica de la Santa Provincia de Granada[4] recogemos los siguientes datos de esta monja loperana:

"Poco distante de la Ciudad de Andújar está la Villa de Lopera, donde nació Sor Ana de San Gabriel, hija de padres nobles, ricos de bienes de fortuna, y mucho mas de los de la gracia, pues se señalaron en todo género de virtud. Ofreció la piadosa madre a Dios, y a Santa Clara el primer fruto que tuviese de bendición, vistiéndole, si fuese hembra, el hábito de su Religión Sagrada. Fue tanto el deseo, y quiso Dios Nuestro Señor que se le cumpliese, pues habiendo nacido, y criándose en loables costumbres, lo vistió a los quince años de su edad. Era agradable, y tan cariñosa para hablar, que lo hacía con mucha gracia, en sentir de cuantos la atendían. Amábanla tiernamente las Religiosas, porque las prendas de las Novicias eran lazos con que aprisionaba los corazones. Tenía la Maestra mucho celo de la observancia, y pareciéndole, que se distraía la niña, la castigaba severamente, más era tan humilde, que el castigo le servía de recreo, como a otras de pesadumbre.

Profesó, y luego que le vio con las nuevas obligaciones, se retiró de las amigas, y no hablaba entre año con ellas, sino era las Pascuas en que se juntan las Religiosas; y entonces, persuadida de las demás usaba de sus habilidades, que eran peregrinas, y en la de música les hacia exceso a todas. Nunca salió al Locutorio, sino fue con sus padres, y un hermano que tenía, Religioso Carmelita, de conocida virtud.

Ordinariamente entraba en el Refectorio, con la mortificación de llevar un palo en la boca, el cual se quitaba para decir sus culpas, y besar los pies a las Religiosas. Su cama era una tabla, y un madero por cabecera, aunque las mas de las noches las pasaba, con solo inclinar un breve rato la cabeza sobre las rodillas. Después de los maitines, poco más de las una, hacía disciplina rigurosa, y luego proseguía en oración hasta la mañana. Todos los días rezaba el Oficio de difuntos, y los Salmos Penitenciales por las Ánimas Benditas del Purgatorio.

A los veinte y un años de su edad se le hizo una apostema en un costado, que le duró ochenta y cuatro meses, sin que en tan penoso, y prolijo achaque pudiese estar acostada; la industria que tenía para poder descansar, era arrimarse a una silleta, donde aún el alivio era trabajo, pues siendo el tumor, por lo crecido, formidable, era penosísimo por el dolor, que le afligía más: no por esto dejaba de ir al Coro, y asistir a hacer cuanto podía. Dieronle dos lancetadas, de que quedó con más molestia que antes;   empero, en tanto conflicto pidió, que le trajeses a su devoto San Diego junto a la cama, y teniéndole, se quedó dormida; soñó, que el Santo le ponía en las heridas las manos, y despertando se halló libre del dolor, y la calentura. Aclamaron por milagroso el caso, atribuyéndolo a la virtud de San Diego, y méritos de su devota.

Desde este tiempo empezó con mas perfección nueva vida, que prosiguió hasta su muerte, y trece días antes le salió una como rosa al rostro, que fue creciendo de hinchado; y antes que la viese el Médico corporal, se acogió al Celestial y Divino. Fue a la enfermería con licencia de la Abadesa, y pidió los Sacramentos, diciendo, que le llegaba el tiempo de morir; recibió el de la Eucaristía con las rodillas postradas por tierra; y viéndole ya oleada, rogó, que le trajesen los recaudos para amortajarla, que ella tenía dispuestos; y siendo esto Viernes por la noche, dio su alma al Señor. Sábado a las dos de la mañana, en la infraoctava de San Juan Bautista, del año de mil seiscientos veinte, y a los cincuenta y cuatro de su edad. Muere año de 1620".

 

                                                           José Luis Pantoja Vallejo

                          Dr. en Historia y Cronista Oficial de la Villa de Lopera



[1] Reforma de los Descalzos de Ntra. Sra. del Carmen de la primitiva obsevancia hecha por Santa Teresa de Jesús por FRAY JOSÉ DE SANTA TERESA (1684) Imprenta Julián de Paredes. Madrid Tomo IV. F. 146-151. CHICHARRO CHAMORRO, D. El Instituto de Estudios Giennenses y la literatura: Bases para una proyección interactiva. En B. I. E. G. nº 181 Enero-Junio 2001 pág. 307 y  MEDINA CASADO, M. Un importante carmelita Descalzo nacido en Lopera. Diario JAEN 24 de Mayo de 2015 pág. 35

[2] Libro I y II bis de Bautismos de la Iglesia Parroquial de la Inmaculada Concepción de Lopera. Bautismo de Juana Montoro Martínez 13 -2-1565 f. 82 Vto.

[3] Ibidem

[4] Chronica de la Santa Provincia de Granada, de la Regvlar Observancia de N. Serafico Padre San Francisco (1683): Alonso de Torres. Impreso Juan García,  Madrid. Pags. 512-513

 

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