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José Luis Pantoja Vallejo

Hasta las ranas croan a San Roque. Cuento Popular Loperano.

Hasta las ranas croan a San Roque. Cuento Popular Loperano.

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

Hoy me van a permitir queridos loperanos y seguidores de cronistadelopera que les narre un cuento tradicional que se ha transmitido oralmente a través de distintas generaciones de loperanos y que he recopilado aquí para dedicárselo tanto a niños como a mayores. No sin antes, pedir que me acepten las disculpas si alguna persona o institución se siente afectada o aludida por el contenido del mismo, pues lejos de mi intención está la de que así ocurra, tratándose más de un interés sano por dar a conocer una historia traída por el tiempo en boca de mis paisanos y que bien puede ser real o imaginaria, espero que les guste. Cuentan los más viejos de Lopera que antaño eran muy sonados los sermones en honor a San Roque, patrón de Lopera, condicionados probablemente por la picardía del consistorio, que era el encargado de pagarle al cura sus honorarios, de manera que siempre tendía a recortar al máximo dicha cantidad a pagar por el sermón que se daba desde el púlpito de la Iglesia Parroquial de la Inmaculada Concepción. Esta costumbre, bien es cierto añadir que, se extendió por la comarca por lo que se hizo cada vez más difícil encontrar párrocos dispuestos a sermonear a los fieles devotos  en la fiesta de San Roque por tan mísera cantidad. Cierto año vino a Lopera un cura de Porcuna, el cual era muy curioso y sabedor de lo mal que se pagaban los sermones del patrón, decidió hacer las pesquisas oportunas con la intención de descubrir porque se pagaban tan mal los sermones a San Roque en Lopera. Para ello tuvo el atrevimiento de preguntarle a una beata que estaba en acto de confesión que: ¿A que se debía que se pagasen tan mal los sermones? A lo que esta beata, muy recatada, se negó en primera instancia, ya que de responder a esa indagación desvelaría el secreto al cura. Pero la insistencia y habilidad del sacerdote lograron convencerla para que finalmente se lo contase, con una frase que resultó decisiva hizo entrar en razón a la buena señora, le dijo que de lo hablado no llegaría a enterarse San Pedro, por lo que podía estar tranquila y en confianza con el cura confesar lo que sabía de este tema. Fue así que la mujer cedió a sus pretensiones y le dijo que, todos los sacerdotes que hasta entonces habían venido a Lopera para predicar el sermón de San Roque, apenas si nombraban a lo largo de la homilía a San Roque y por eso les pagan tan mal. Siendo este el motivo por el cual desde el consistorio se ahorraban el dinero destinado a satisfacer los honorarios del cura.

En este asunto estaba comprometido el más alto representante municipal que era el Alcalde, quien para controlar las veces que se nombraba al patrón solía disponer que debajo del púlpito se alojara una persona de su confianza y con una caña (la misma que los panaderos solían utilizar para llevar la contabilidad de los morosos que no le pagaban; habitualmente solían hacer una raya en la caña por cada pan que se les adeudaba), el hombre le hacía una raya cada vez que nombraba a San Roque y después el Alcalde las contaba y en función de cuantas rayas hubieran sumado, así cuantificaba la cantidad que abonaría por el sermón. (A modo de ejemplo, he averiguado en posteriores investigaciones que, la cantidad abonada por parte del Ayuntamiento de Lopera en aquellos tiempos, era de un real por cada vez que San Roque era nombrado por el cura.) Este cura porcunero tomó buena nota del asunto para ponerle remedio y  llegado el momento esperado del sermón de la Fiesta de San Roque,  subió al púlpito de la iglesia de la Inmaculada Concepción y contempló desde arriba el lleno absoluto del templo por los cientos de devotos al patrón deseosos de escuchar el sermón. Y comenzó diciendo: Queridos hermanos de Lopera y devotos a San Roque, (al escuchar que nombraba al patrón, el de la caña agarró su navaja que todos los años usaba en la corta de la uva y le hizo la primera raya, mientras seguía el cura dando el sermón), porque San Roque es el santo más querido en este pueblo… (acto seguido otra raya a la caña), porque San Roque dio su vida por los enfermos y… otra raya. Así continuó el cura dando su sermón y la caña llenándose de rayas como nunca había sucedido en Lopera. Esto despertó mucho recelo en el Alcalde que no daba crédito a lo que estaba sucediendo, aunque por un momento el cura porcunero dejó de nombrar tanto a San Roque y los ánimos se calmaron ante la sorpresa de lo que estaba sucediendo. Dijo entonces el cura: Queridos loperanos, hoy cuando venía para Lopera a lomos de mi pollino pasando a la altura del Puente del ahorcado se oían las ranas que en vez de croar, ¿saben ustedes lo que decían? Pues yo gustosamente se lo voy a decir, todas al unísono decían: Roque, Roque, Roque, Roque… Entonces el de la navaja salió de un brinco de debajo del púlpito y dijo: un momento señor cura que se me ha acabado la caña y voy por otra, a lo que también dijo el Alcalde, si ve a por otra, pero para atizarle al pollino con el cura subido y que salga disparado de Lopera como nombre otra vez al dichoso Roque, pues este porcunero va a dejar al Ayuntamiento sin blanca. Y así fue como se descubrió públicamente el secreto muy bien guardado por el consistorio para ahorrarse un buen dinero en el abono de los honorarios a todos los curas que venían a Lopera para dar el sermón de San Roque. Por lo que para terminar, quisiera hacerlo con una moraleja popular que viene a recoger la enseñanza de este cuento y dice así:

“A la primavera croan las ranas y en verano, croan a San Roque”

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