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José Luis Pantoja Vallejo

La vieja tradición de los cascarones de carnaval sigue viva en Lopera y en Guatemala.

La vieja tradición de los cascarones de carnaval sigue viva en Lopera y en Guatemala.

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista Oficial de la Villa de Lopera

Los cascarones de carnaval una costumbre muy arraigada en Lopera y que curiosamente también se mantiene según hemos tenido noticias en Guatemala, quizás producto de que algún loperano la llevase a la que fuera colonia Española. En la localidad de Lopera se sigue manteniendo una rancia tradición heredada de padres a hijos, los cascarones de carnaval, que aún en pleno siglo XXI sigue siendo utilizada por los jóvenes de la localidad para cortejar. En estos días previos las madres y jóvenes se afanan rellenado los cascarones de huevos con “picaillos” (papelitos pequeños de colores, ceniza o harina) que han ido guardando en cajas de cartón a lo largo del año y que servirán un año más para mantener viva esta vieja tradición de echarse y rociar de “picaillos” en sus cabezas unos a otros los típicos cascarones de carnaval. Los cascarones de carnaval se utilizan tanto por niños para divertirse entre ellos o bien por los mozos o mozas “en edad de merecer” para cortejarse o simplemente para gastar una broma a cualquier persona. Cuando a la persona que se le echa el cascarón se le tiene “tirria” se le suele reventar en la cabeza un cascarón de pava que suelen ser más duros de textura y encima van rellenos de harina o ceniza de los braseros. La preparación de los cascarones es muy sencilla, tras extraer la yema y clara del huevo por un orificio pequeño en uno de sus extremos, se deja secar el cascarón y a continuación se rellena el mismo con “picaillo” (papelitos pequeños de colores, ceniza o harina) y por último se tapa le orificio abierto en uno de sus polos, con papel de periódico y de pegamento se utiliza una composición a base de agua y harina, llamada popularmente “gachuela”. En estos días ya se pueden ver regueros de niños con sus bolsas repletas de cascarones (bien realizados por sus madres o adquiridos en los puestos de Paco “el Cantica” y su mujer Antonia Gutiérrez)  a la espera de elegir a la “victima” y reventarle el cascarón en la cabeza, la cual queda automáticamente rociada de “picaillo” de múltiples colores, harina o ceniza.

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