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José Luis Pantoja Vallejo

Eleuterio Ramírez Torres. El último melonero loperano.

Eleuterio Ramírez Torres. El último melonero loperano.

(Eleuterio Ramírez Torres en su melonar junto a sus perras Loli y Canela. Año 2006)

Por José Luis Pantoja Vallejo - Cronista oficial de la Villa de Lopera

Unas vacaciones veraniegas de secano a la sombra del melonar. La siembra de melones, una tradición en vías de extinción. En pleno siglo XXI algunos loperanos siguen aferrados a la tierra y a cosechar melones. Este es el caso de Eleuterio Ramírez Torres que llega a pasar todo el día mimando sus matas de melones junto al arroyo del Pilar. Poco antes de las 10 de la mañana ya está este octogenario loperano caminado hacia el melonar con su botella de agua y talega al hombro. Después de darle con la mano hierro una pasada a las matas de melones para que se refresquen con el polvo, da varias vueltas por el melonar hasta que llega el medio día. Entonces a más de 40 grados, con un sol de justicia y con el sonido inconfundible de la chicharra, se sienta a la sombra de una estaca con la única compañía de sus perritas “Loli” y “Canela”, y se come un buen cachurro (pan, aceite, bacalao y una o varias tajadas de melón) y después duerme su siesta bajo la estaca sin importarle de ningún modo el sofocante calor que se deja caer tórridamente a esas horas del día. Dice que este desatino que tiene por el melonar es lo que le mantiene vivo y no le importar estar junto a su melonar hasta pasadas las 11 de la noche que de nuevo regresa a su casa. Así un día y otro durante varios meses, pues la siembra del melonar tiene lugar en los meses de marzo y abril y requiere muchos cuidados. Eleuterio nos contó la forma tradicional de cómo se siembran y cultivan los melones en Lopera. Así comienza preparando la tierra para que este bien labrada y a continuación coge una cuerda larga y cada dos varas (un metro y sesenta y siete centímetros) le pone una mota de color para marcar los hoyos. Esta cuerda a su vez tiene tres estacas que le sirven para clavarlas en el suelo. Una de las estacas la clava en uno de los extremos de la cuerda y en el otro extremo lleva las dos restantes, una sirve de “guindaleta” y estaba a dos varas de la otra estaca que sirve para marcar la camada. A continuación se hace una maestra con la cuerda y en cada mota de color da una cavada con la azada con el fin de ir marcando los distintos puntos de siembra. Posteriormente en cada cavada va depositando un poco de estiércol y de 6 a 10 pipas de melón (cuantas más pipas se echan, más fuerte sale la mata). A los 10 días suele nacer la mata de melón y comienza este melonero a “apolcarla” (cavar alrededor de la mata, allanar la tierra y taparle las grietas que con el sol suelen salir) y comienza a quitarle pies a la mata hasta dejarla con un solo pie. A los pocos días comienza a darle plana (arado con forma de cuchilla para quitar las malas hierbas que va tirado por un mulo). Cuando la mata empieza a echar los ramales, le echa la “palaílla” (la cabeza de la mata del melón) en la parte de atrás de la mata, después le echa una palada de tierra. Por último con la mano hierro le da polvo al melonar para refrescar las matas y le va haciendo más grande la cabeza. Así llegamos al 24 de junio, San Juan que era cuando las familias enteras de Lopera se iban a cuidar los melonares y hacían una choza con palos, rastrojo y tarae y delante de la misma se le hacía un sombrajo con los palos para que entrara el aire. (Hoy ya nadie hace chozas). Para el 18 de julio nacen los primeros melones llamados “avispados” o “mauros” que desprenden un olor genuino. Otros tipos de melones que también cría este loperano son los “cobrizos”, “coronilla”, “arrugado negro”, “de pana o de invierno”, “melón blanco”, “blanco con listas” y el “negro” que se suelen recoger más tarde y aún hay personas como el hermano de Eleuterio, Juan Ramírez que los cuelga con cuerdas en las vigas de la casa y los va consumiendo hasta llegar la Navidad. Una estampa que ya se ha perdido en Lopera era que durante todo el verano era normal ver gran cantidad de camiones cargados de melones que se repartían por todos los mercados de Andalucía y que dieron justa fama a los melones loperanos y que ha quedado plasmado en algunas enciclopedias y diccionarios. Hoy el uso progresivo de abonos químicos y herbicidas ha provocado que la siembra de esta fruta típica en Lopera se encuentre actualmente en vías de extinción, sin embargo aún quedan los últimos meloneros como Eleuterio Ramírez, y los hermanos Juan José y Francisco Hueso Gascón, que siguen manteniendo contra viento y marea una tradición que si nadie lo remedia de aquí a unos años formara parte de la historia. Mientras tanto dejamos a este puñado de hombres que siguen aferrados a la tierra y que han encontrado en el melonar sus vacaciones veraniegas.


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